Son los encargados de recorrer los barrios de la ciudad a la caza de malos olores y están especialmente preparados para detectar los causantes de los mismos. Un total de 26 ciudadanos con menos de 50 años ponen su olfato al servicio de la Concejalía de Medio Ambiente para contribuir a que los vecinos no tengan que taparse la nariz al salir de sus hogares o se vean obligados a cerrar las ventanas en una calurosa jornada estival.

Todos los miembros de este particular equipo son funcionarios que actúan como cazadores de malos olores de forma voluntaria, pero para detectar los más molestos aromas que impregnan el aire no vale cualquiera y los que han sido seleccionados han tenido que superar rigurosas pruebas.

La primera criba llega antes incluso de que los aspirantes sean sometidos a exámenes que determinan su capacidad olfativa. Todos aquellos que superen el medio siglo de vida y también los que tengan la costumbre de fumar quedan automáticamente descartados.

"Hay una serie de requisitos previos. Sólo se ha elegido a gente con menos de cincuenta años y a no fumadores. Se trata de que, a la hora de tomar las muestras, haya una homogeneidad", explicó el técnico medioambiental Guillermo Leira.

Los que cumplen con estos parámetros todavía deben superar una prueba más complicada. Con la ayuda de un gas, los técnicos municipales determinan cuáles son las narices más privilegiadas para captar los malos olores, que paradójicamente no son las mismas que aquellas con mayor capacidad olfativa. "Se hizo una prueba de laboratorio para evaluar la capacidad olfativa de los aspirantes. No buscamos a personas con un olfato demasiado fino ni a aquellas con un olfato poco desarrollado. La idea era encontrar un término medio", comentó Leira.

El proceso de selección terminó con la integración de 26 individuos en el equipo y con el rechazo de otros 30 aspirantes, que tendrán que probar suerte con otros sentidos distintos al olfato.

La técnica de detección de los malos olores con la nariz como única herramienta es algo novedoso en España, aunque lleva años implantado en ciudades de países como Holanda, en cuyo modelo se ha inspirado el Concello.

"No hay una normativa homogénea y homologada que regule los malos olores, porque la percepción es algo subjetivo", expuso la concejal de Medio Ambiente, Nieves Vázquez, tras mencionar los importantes logros conseguidos por el equipo de detección olfativa.

A falta de parámetros numéricos concretos que permitan cuantificar el mal olor, lo que sí está claro es el procedimiento de trabajo de los miembros del grupo.

Sus intervenciones suelen comenzar con la alerta de un vecino o de un agente de la llamada Patrulla Verde. Tras recibir el aviso todo se pone en marcha: las narices más privilegiadas del Concello acuden a la zona afectada, determinan el lugar exacto del que proceden los olores y fijan el área habitada amenazada.

"Cuando hay un episodio, se hace una inspección para determinar el foco que ocasiona los malos olores y la zona afectada. Después, los resultados se ponen en conocimiento de las empresas y se busca una solución", relató el técnico medioambiental Guillermo Leira.

A las salidas motivadas por episodios concretos de mal olor denunciados por vecinos se suman algunas intervenciones programadas, que se desarrollan en los barrios cuyos residentes sufren problemas con mayor frecuencia.

Los integrantes del grupo de detección de olores no sólo han tenido que superar pruebas para llegar a ejercer sus funciones, sino que deben someterse a un entrenamiento para mantener e incluso potenciar sus capacidades.

"Las personas que resultaron seleccionadas están siendo sometidas a un proceso de formación para entrenar su memoria olfativa", explica la Concejalía de Medio Ambiente, orgullosa de estos voluntarios que desinteresadamente ayudan a combatir el mal olor.