Madera para la hoguera, sesenta kilos de hielo para mantener frescas 96 latas de cerveza, diez litros de vodka, ocho kilos de carne y algunas botellas de licor café. Los jóvenes que llegaron a la playa del Orzán con todos estos enseres forman parte de las decenas de miles de coruñeses que vivieron la noche de San Juan en arenales de la ciudad.

Una vez más, la jornada mágica comenzó con las clásicas sardiñadas. Algunos optaron por lo clásico y disfrutaron del sabroso pescado frente a los bares de barrios como Monte Alto o en espacios verdes como el campo de Marte, mientras que otros prefirieron pasar toda la fiesta en las playas.

Los más afortunados, los que tuvieron la tarde ayer libre, comenzaron a comer -también a beber- alrededor de las siete de la tarde. Una hora después, alrededor de las 20.00 horas, las playas del Orzán y Riazor ya estaban repletas de vecinos y decoradas con los siempre peculiares montones de madera cuyo destino es convertirse en cenizas.

Si algo queda claro en San Juan es que hay muchas formas de vivir y disfrutar una misma fiesta. Jóvenes que ven en esta noche una oportunidad para perder la compostura ayudados por los preparados etílicos, veteranos que disfrutan de una tranquila parrillada y que llevan celebrando la noite meiga desde hace más de una década, turistas sorprendidos por el panorama que contemplan sus ojos y ancianos temerosos de ser engullidos por la gran aglomeración forman parte de la fauna que pobló ayer la costa de la ciudad.

De su protección se encargaron los agentes policiales y los miembros de la Cruz Roja, que contó con treinta voluntarios que reforzaron sus fuerzas para la que es, desde el punto de vista de los incidentes, una de las veladas más intensas de todo el año.

También se repitieron este año las quejas de los que tienen que trabajar hoy, que reclamaron una vez más que la jornada de San Juan sea festiva para que todos los que celebraron en las playas puedan dormir la resaca con calma y sin presión alguna.

El momento más mágico de toda la noche llegó pasadas las 23.00 horas, justo cuando el fuego purificador recorrió el paseo marítimo hasta llegar a la gran falla que ardió -acompañada por las hogueras de los vecinos- para dar suerte a todos los coruñeses. Este fue el punto culminante de la noche, aunque a la mayoría todavía les quedaban varias horas de fiesta con fuego y alcohol.