Pocos acontecimientos han marcado tanto la historia contemporánea de Galicia como la emigración. Desde el siglo XIX millares de personas atravesaron mares y fronteras por motivos tan dispares como la necesidad, el ansia por alcanzar una vida mejor, o la simple supervivencia. Testimonio de esta diáspora son las imágenes con las que fotógrafos como Manuel Ferrol y Alberto Martí retrataban el desconsuelo, la tristeza y la esperanza de los que se embarcaban con rumbo a un futuro incierto. Preciosamente la obra del coruñés Martí es objeto de una exposición en la Fundación Pedro Barrié de la Maza, titulada Os adeuses, y que se podrá visitar hasta el 5 de septiembre.

La instalación recoge 73 fotografías, muchas de ellas inéditas, que el fotógrafo tomó en los puertos de A Coruña y Vigo a finales de los años 50 y principios de los 60, en una época que Ramón Villares, presidente del Consello da cultura galega (CCG), definió como una "situación visagra, la de los últimos paquebotes hacia América, antes de que la emigración se dirigiera, por tren y autobús, a Europa".

Villares, que estuvo presente en la inauguración de Os adeuses porque tanto la institución que preside como el Centro galego das artes da imaxe fueron sus organizadores, destacó la importancia de la recuperación de estas instantáneas: "Estas fotografías son textos visuales olvidados, que gracias a este exposición ven la luz, y que revelan la verdadera dimensión de un fotógrafo excepcional. Es además un homenaje a una trayectoria personal y a un modo de hacer las cosas pensando en el futuro".

El historiador continuó afirmando que esta instalación responde al fuerte vínculo entre la fotografía y la emigración en el siglo XX: "Cuando un emigrante desembarcaba, lo primero que hacía era comprarse un traje y sacarse una foto, para que sus familiares vieran lo bien que le iba. En los centros gallegos no había cuadros. A lo mejor, alguna estampita, pero lo que sí había era fotografías y cartas".

Villares terminó destacando la capacidad de Martí para "recoger sentimientos" con sus trabajos, y citando a Passolini, quien afirmó que el cine, al igual que la fotografía no entendía de metáforas. "Estas fotografías llevan la contraria a lo afirmado por el maestro Passolini" afirmó el presidente del CCG.

Tras José Caruncho, comisario de la exposición, tomó la palabra Alberto Martí, quien demostró una vitalidad envidiable para sus 88 años de edad. Afirmó, con modestia, que todo el mérito de la exposición era de sus organizadores, en concreto de Caruncho, ya que sin él, esas imágenes "morirían en el baúl de los recuerdos": "Todas estas fotografías las hice sin idea de que fueran a ver la luz algún día".

"Tomé estas instantáneas porque eran una cosa con interés periodístico, nunca pensé que llegaran a ver la luz en otro ámbito —afirmó el veterano fotógrafo—. Pero ahora veo que merecen la pena y que están bien, pero no por mí, sino por las imágenes de por sí". Las 73 fotografías por las que Martí se resta mérito se dividen en tres categorías: A ida, A volta y O buque Santa María, en la que recoge la llegada al puerto de Vigo del barco Santa María, en febrero de 1961, tras ser secuestrado por el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación.

Alberto Martí, que alternó durante más de 50 años la dirección de su propio negocio fotográfico con el trabajo en la prensa diaria, recordó con sorna la temeridad de la que hizo gala en sus años mozos para lograr las instantáneas más impactantes. Relató una ocasión en concreto, en la que se jugó literalmente la vida escalando un elevado poste telegráfico situada en las cercanía de la Sociedad Deportiva Hípica, desde donde tomó una espectacular fotografía en la que se ve un transatlántico a su paso por Punta Herminia: "Era de lo más atrevido. Yo siempre he sido bastante creyente, y creo que fue Dios que me protegió, y que pensaba a ´este pobre inconsciente vamos a respetarle la vida".

El gusto por las alturas de don Alberto se refleja en otras piezas de Os Adeuses tomadas desde las grúas del puerto, aunque también remarcó que su entusiasmo por encaramarse a las más variadas estructuras no era compartido por todos sus colegas; ante una imagen en la pantalla de vídeo de la exposición el la que compartían plano Martí y Manuel Ferrol, el fotógrafo homenajeado comentó que fueron ellos dos los únicos que se dedicaron a retratar el tema de la emigración, para luego añadir con picardía "pero él no se subía a las grúas. Yo hasta lo pasaba bien y todo".

La prodigiosa memoria de Martí quedo demostrada en el recorrido que hizo por la instalación en compañía de Ramón Villares. El fotoperiodista recordaba a la perfección la toma de cada una de las imágenes, e hizo especial hincapié en las que le marcaron con más fuerza hace 50 años. El fotógrafo recordó anécdotas como el desconsuelo de dos niños que habían perdido su barco en A Coruña —aunque les llevaron en coche a Vigo y allí pudieron embarcar—, las estampas de tristeza de las familias que se veían separadas, o las religiosas que volvían de Cuba, tras la revolución de 1959.