Ya no les traen malos recuerdos, los olores del perejil picado, el tomate, los garbanzos machacados y las empanadillas fritas sólo les dicen cosas buenas. El Centro Municipal da Muller celebró ayer una fiesta de bienvenida a la que estaban invitadas, no sólo las anfitrionas, las nuevas usuarias del programa ADA, sino también las que, desde hace años, se pasan al menos un día a la semana en el centro.

Los únicos requisitos para asistir eran muy fáciles: un plato típico de sus lugares de origen -o traídos de su pasado- y una sonrisa. Dicen las técnicas del centro que lo más importante del programa ADA, además de que las usuarias participen en cursos como el de búsqueda activa de empleo o en el de alfabetización digital, es que construyan una red social de verdad en la que todas se sientan importantes, reconocidas y queridas.

No se querían acordar ayer de cosas tristes, sólo de las buenas que renacen al lado de un buen plato de comida; entre juegos, canciones de los discos de María Jiménez, globos de colores y las carreras de los más pequeños, que se afanaban en inventarse divertimentos en el Barrio de las Flores, pasaron las usuarias del Centro Municipal da Muller la tarde; la primera de muchas, ya que la casita de información no sólo ofrece clases a las mujeres que se han visto obligadas a marcharse de su ciudad y a empezar de nuevo, sino a todas aquellas que necesiten una consulta con la psicóloga o con la abogada para solucionar cualquier problema.

De sus memorias rescataron recetas que las acompañaron durante gran parte de su vida y que, ayer, quisieron utilizar como carta de presentación, no sólo de su cultura, sino también de su personalidad y de su buena voluntad para conocer y conocerse. Algunas hicieron un poco de trampa y se llevaron las empanadas compradas o platos cocinados por sus maridos.