Las infraviviendas para estudiantes universitarios ubicadas en diferentes fincas del barrio de A Zapateira abren de nuevo tras muros de piedra o cierres con arbustos, algunos centímetros más altos que en años anteriores. Pese a la orden municipal de cierre de estos galpones de alquiler, hay anuncios y ya se ve algún que otro estudiante. Los vecinos de la zona residencial reconocen que, aunque "se ve menos movimiento", todavía hay jóvenes que entran y salen de los chalés por puertas traseras o laterales.

Un estudio de la escuela de Arquitectura -ubicada en las inmediaciones de los galpones- denunció una realidad conocida aunque no reconocida, no solo por los residente en el barrio, sino por la comunidad educativa y las administraciones: la existencia de al menos 150 infraviviendas en los alrededores de su campus que incumplían las normas de habitabilidad.

Fue en octubre de 2008. Tres meses después, y tras el revuelo público levantado, el Concello ordena a los propietarios los cierres de las infraviviendas, y concede quince días de plazo para acatar la orden. Pese a las prohibiciones municipales, pasados dos cursos universitarios, algunas de aquellas construcciones todavía esperan estudiantes.

Los carteles en postes de luz y paradas de autobús anunciando habitaciones en alquiler no engañan. Con sólo marcar un número de teléfono y preguntar un hombre ofrece cama, cocina, baño "y hasta microondas" por 130 euros al mes; un precio, en este caso, "sólo para chicos". Eso sí: "aquí cerca hay muchas otras casas con habitaciones para chicas", subraya el arrendatario, advirtiendo que de cuatro que a él le quedaron libres ya sólo le falta una por alquilar y asegurando que la Universidad "está a cinco minutos andando".

Pese a la orden de cerrar los galpones anunciada en diciembre de 2008 por la Concejalía de Urbanismo, salta a la vista que en A Zapateira el alquiler de estas pequeñas viviendas "con derecho a todo" está a la orden del día. Según el presidente de la asociación vecinal, Juan Manuel Sánchez Albornoz, "es importante abrir la nueva residencia universitaria porque, de lo contrario, esto es carne de cultivo para los especuladores". Sin embargo, se trata de un proyecto aún sin adjudicar y a la espera de un convenio entre Xunta y Universidad.

Una de las vecinas de los estudiantes dispuestas a hablar discrepa considerablemente del parecer de Sánchez Albornoz, convencido de que "derribar los galpones sería una medida ejemplar -asegura que en Culleredo también existe este tipo de alquileres-", y señala que "si los estudiantes están ahí es porque les gusta lo que les ofrecen o porque quieren economizar". De hecho, añade, "si comenzaron a denunciarse los galpones es porque a la Universidad le interesa construir su propia residencia".