La Concejalía de Medio Ambiente es, por volumen de reclamaciones, una de las que mayor número de quejas recibe a lo largo del año. Sin embargo, el descontento que puedan manifestar los vecinos por la limpieza de la ciudad no se traduce en los mismos procedimientos sancionadores. La jefa del servicio municipal de Medio Ambiente, Begoña López, considera que las multas no son en ningún caso la solución a los problemas de civismo que todavía se manifiestan entre los ciudadanos. Al mismo tiempo, advierte de que la labor educativa necesaria para modificar estas conductas incívicas no debe ser tarea exclusiva del Ayuntamiento coruñés.

-¿Se ha experimentado un aumento en el número de reclamaciones que se presentan ante la Concejalía de Medio Ambiente?

-Hasta hace poco, hasta hace tan sólo unos años, las reclamaciones se hacían de oficio por parte de la concejalía, ahora son los ciudadanos los que las envían. Algo está cambiando. Esa conciencia de antes de que tenía que haber un policía detrás vigilando para que no se produjeran determinadas situaciones se ha modificado. Empieza a haber una concienciación entre los ciudadanos y eso nos permite empezar unos ejercicios sancionadores a partir de sus denuncias.

-¿Esta nueva situación ha favorecido que se haya producido un incremento en el número de sanciones?

-Lo que hay que valorar aquí es cómo es el servicio de limpieza viaria de la ciudad y compararlo con el de otras. Lo de menos es el número exacto de sanciones que se tramitan a lo largo del año. Lo que hay que mirar también es si las calles están limpias, y eso ya no lo digo yo sino los premios que le han dado al Ayuntamiento por su gestión en materia de limpieza. Además, yo soy de las convencidas de que las sanciones no son el remedio para evitar los comportamientos incívicos, deben ir acompañadas de otras herramientas. No se puede tirar un chicle en la calle y esperar que venga un policía a reñirte, sino que sea el propio ciudadano el que llame la atención al otro. Eso que es habitual en otros países de Europa, aquí empieza tímidamente a serlo.

-Pero a pesar de los premios sigue habiendo quejas y reclamaciones por parte de los vecinos...

-No vamos a negar que existen problemas como el del botellón, que en determinados lugares es un caso complejo. El Ayuntamiento ha hecho un esfuerzo importante por garantizar que se respetase el descanso de los vecinos. Además, somos la ciudad de Galicia con la maquinaria más avanzada tecnológicamente y el trabajo de barrendero ya no es el que era hace veinte años, se ha dignificado durante todo este tiempo.

-¿Hay forma de que el Ejecutivo municipal logre modificar los comportamientos de los ciudadanos, por mucho que Freddy insista en el asunto?

-Lo de Freddy habrá que preguntárselo al dueño de la ciudad, yo ahí no me meto. Yo creo que todos estos temas, como el botellón, son un reflejo social. El Ayuntamiento solo no puede hacer nada. El civismo se aprende en casa. Podemos hablar de la crisis de valores y la pérdida de educación, pero todo esto es reflejo de lo que pasa. Me sorprende de una manera tremenda cómo los jóvenes llevan bolsas a los botellones cargadas de cosas que luego no recogen. No creo que lo hagan en su casa, pero yo no soy quien para juzgarlo. Tampoco creo que sea cierto que A Coruña tenga una problemática distinta a las ciudades de su entorno. A Coruña tiene problemas de civismo, pero que no son brutales.

-Pero es responsabilidad del Ayuntamiento corregir los comportamientos incívicos...

-Eso no es función de la Administración pública. Yo lo que puedo decir es que tratamos de mitigar las faltas de civismo. Es como el debate del botellón, el Ayuntamiento de A Coruña no puede decir lo que hacer con él porque también es un fenómeno que existe en Cambre o Ferrol, por ejemplo.