La escritora Carmen Posadas —nacida en la capital de Uruguay, Montevideo, en 1953— protagonizó ayer, junto al también novelista Fernando Marías, una tertulia literaria en el salón de actos de sede de la UNED de A Coruña. El acto, que se encuadró dentro del ciclo Encuentro con los escritores, estuvo organizado por el Centro de Formación de Recursos da Coruña

–¿De qué habló [ayer] en la tertulia que compartió con su colega Fernando Marías en la UNED?

–De literatura en general, y como su última novela es policiaca y la mía también, hablamos un poco de este género en concreto. Y también de literatura infantil, porque el público estaba formado en gran parte por profesores.

–Su último libro, Invitación a un asesinato, relata la historia de una señora que invita a todos sus enemigos para que la maten.

–Sí (risas), la propuesta es un poco extraña.

–Es un planteamiento bastante original.

–Cuando se me ocurrió la idea, lo primero que hice fue ir a internet a ver si se le había ocurrido ya a alguien, no fuera que estuviera yo redescubriendo el Mediterráneo. Pero, por lo visto, no se le había ocurrido a nadie, y me pareció un punto de partida interesante.

–Invitación a un asesinato no es su primera incursión en el género negro.

–No, el libro con el que gané el premio Planeta y su sucesora, Cinco moscas azules, ya lo eran. Lo que pasa es que yo siempre hago novela policiaca sin un detective, en realidad quiero que el detective sea el lector. Yo le dejo todas las pistas para que él haga de Holmes o Poirot.

–¿Cuáles son sus referentes cuando se introduce en el género policiaco?

–Me gusta la novela nórdica, pero desde mi punto de vista le falta un ingrediente muy importante, que es el sentido del humor. La gran virtud de la novela negra es que sirve para hablar de la falta de valores de una sociedad en un momento determinado, la retrata y la satiriza, y si todo esto se puede contar con humor, se hace más llevadero. Porque en mi novela hablo de temas muy duros, pero envuelto en el humor, como hacen los autores ingleses.

–¿Qué le parecen este tipo de debates públicos, y los eventos como las ferias literarias, que favorecen el contacto entre escritores y lectores?

–Escribir es una actividad muy solitaria, somos como náufragos que lanzan un mensaje en una botella y nunca saben si alguien lo recibe. Así que, de repente, encontrarse con los lectores es muy gratificante, porque siempre te sorprende lo que ellos leen.

–¿Qué es lo más extraño que le ha pasado en uno de estos encuentros?

–Aquí, en A Coruña, se me acercó un señor mayor que me dijo que me conoció de niña. Yo le dije que sí, cuando llegué a España, con 12 años, pero él me contestó que me conoció con 4 años. Entonces sacó una foto en la que salíamos mi madre, mis hermanas y yo, en el campo, y resulta que este señor era un fotógrafo de aquí, que se fue a Uruguay y se convirtió en un gran fotógrafo.

–Es que los gallegos aparecemos donde menos se nos espera.

–Por todos lados. Me acuerdo que fui a Ushuaia, la zona más austral del mundo, y lo primero que vi al bajar fue el bar Galicia (risas).

–Usted era hasta hace poco una figura pública notoria y una habitual en las revistas del corazón, pero ahora se deja ver menos.

–Sí, eso es una apuesta muy deliberada por mi parte, porque si el famoseo ya era tremendo cuando yo estaba ahí, ahora es insoportable (risas).

–¿Se puede decir que Carmen Posadas se ha retirado de ese mundillo?

–Sí, porque si te conviertes en carne de paparazzi, te agarran y no te sueltan. Hay que ponerse de perfil y pasar lo más desapercibida posible.