La capilla de Oza empieza a ver la luz al final del túnel y es que, después de haberse pasado todo el verano con un cartel que anunciaba el posible desplome de su parte de arriba, cuenta ya con andamios que la acercan a la estabilidad perdida con el paso de los siglos y la falta de reparaciones periódicas.

El Servizo Galego de Saúde (Sergas) inició esta semana las obras de restauración de la iglesia del siglo XII, al pertenecer al patrimonio del hospital de Oza. Aún así, el inmueble está inscrito también como dependencia universitaria, de hecho, este testigo de los cambios de la ciudad figura en la guía docente de la institución académica como una "sala polivalente para exposiciones, presentaciones de grupos reducidos y determinados actos institucionales y académicos". A pesar de que el recinto estaba también concebido como salón de actos y espacio complementario de la biblioteca de la Universidad, su interior estaba sólo ocupado -al menos hasta hace cuatro meses- por bancos y por restos del material utilizado por los empleados de la restauración ejecutada en el año 1993; la última en la que se vio implicada la ermita.

Tras la reforma, la capilla no volvió a ser utilizada como centro de reunión de los fieles y no se celebra misa en ella desde hace casi una década, ya que los oficios se trasladaron a Monelos a mediados del siglo XIX. La asociación Bardos Cultural ya había expresado su preocupación por el mal estado de la espadaña de la capilla de Oza, que amenazaba con caerse al suelo e instó a las autoridades que tienen competencia sobre uno de los inmuebles más antiguos de A Coruña a que lo arreglasen. No fue hasta esta semana cuando los encargados de asegurar la parte alta de la capilla comenzaron a colocar sus andamios para iniciar las obras en el lugar.

En verano y desafiando a los carteles que instaban a la precaución, muchos de los vecinos de Oza colocaron sus toallas alrededor de la iglesia para tomar el sol, una costumbre asentada entre los residentes en la zona, que aprovechan el césped para tumbarse y descansar. El anuncio de posibles desprendimientos luce ahora amarrado al cierre de seguridad.