"Me marcho para Suiza". Ricardo García, creador anónimo y autodidacta de Monte Alto, de profesión carpintero y encofrador, ha decidido emigrar por falta de trabajo. Sus manos diestras alumbran hermosas fantasías de vela en un garaje de Adelaida Muro pero el cataclismo de la construcción le fuerza a tomar la decisión de irse. Si finalmente parte a donde partieron muchos hace medio siglo, el barrio perderá a un vecino y a su artista más desconocido.

Cae la noche y los bajos de la calle Adelaida Muro están apagados. Sólo un garaje semiabierto, en el número 58, permanece con la luz encendida. Ricardo García tiene 47 años. Cuando había más trabajo, dedicaba a los barcos sus ratos libres. Ahora se puede entretener tardes enteras. Puro en boca y herramientas en mano da forma a barcos desde hace más de treinta años. No sabe mucho cómo empezaron los experimentos con madera que hoy son magníficas y grandes maquetas de naves de vela.

"Me gustaban los barcos, teníamos un patio en casa y allí empecé", relata. Pero, aunque parezca lo contrario, Ricardo García no es de puerto de mar. "Soy de Guiliade, donde el cabrito ao espeto, ¿sabes?". Se refiere a la famosa y betanceira parrillada Carlos (porque todo buen vecino sabe cuáles son los monumentos de su pueblo).

Ya de joven se fue a vivir a A Coruña con su familia y lleva "toda la vida" trabajando en el mundo de la carpintería. Los barcos son afición pero también los vende, por encargo o no. El mejor, señala, puede rondar los 1.000 euros, otros más pequeños, cuestan sobre 300.

En ellos hay trabajos de meses, sólo a partir de fotografías, calendarios, dibujos, de lo que ha visto o le han contado. Son siempre de vela: "Hago galeones, balleneros tipo antiguo, fragatas de vela inglesas, yates tipo americano, clippers, también tengo una chalana". Va señalando a todos los habitantes de madera de su estudio-garaje, que conviven con cuatro perritos descarados y saltimbanquis que reciben a todo desconocido como si fuese un compañero de juegos.

"Alguno de ellos navega", asegura, "este lo llevé a la fuente de los surfistas un día por la noche y navega de maravilla". "Ese de ahí es una réplica de la Santísima Trinidad, de la batalla de Trafalgar", el navío más grande de su época con trágico final ante el enemigo inglés. En una estantería está el Pequod, que perseguía obsesivamente a Moby Dick y, justo en la balda de la pared opuesta, una réplica de los barcos que colonizan la dársena de La Marina en la regata de veleros de mástiles altos, antiguamente conocida como Cutty Sark.

"Voy a verlos siempre que vienen". ¿Subió en alguno? "Quen me dera!". Alguien ya le ha recomendado que les explique lo que hace para que le dejen formar parte de la tripulación y cumplir su sueño, aunque únicamente sea para dar una pequeña vuelta por la bahía. García no acaba de verle el mérito a lo que hace: "sí, sí, ya me dijeron que igual podía hacer una exposición, pero no sé...". Al lado de los barcos, hay un pequeño carro de bueyes. "Me pidió un vecino que lo hiciera antes de irme". Queda poco para hacer las maletas hacia Suiza. Allí está casada su hermana desde hace años. "Siempre tuvo ganas de que llevarme y allí ya voy a tener trabajo".