La noche del 15 de marzo de 1971 realizaba su último viaje el trolebús de la línea regular más larga de España, que unía A Coruña con Carballo desde 1950 y que se convirtió en un elemento indispensable para las comunicaciones en la comarca de Bergantiños en una época en la que se iniciaba el desarrollo económico español. Pese a la importancia que había adquirido este medio de transporte, la competencia del autobús y el vehículo privado, así como los cambios realizados en los accesos a A Coruña llevaron a la desaparición hace ahora cuarenta años de estos singulares vehículos, que sin embargo se mantuvieron en las calles de la ciudad hasta 1979 en las líneas de la Compañía de Tranvías.

La historia del trolebús a Carballo está ligada de modo indisociable a la de Enrique Sánchez Rodríguez, un empresario que había hecho fortuna en su juventud en Cuba, donde instaló una central eléctrica. A su regreso a Galicia, se instaló en el municipio carballés, donde en 1915 introdujo el suministro eléctrico mediante su compañía Electra de Bergantiños.

El inicio de la II Guerra Mundial convirtió a la comarca en una zona de alto interés debido a la explotación del wolframio, un mineral indispensable para la industria bélica, lo que llevó a Sánchez a presentar en 1940 un proyecto de línea de trolebús entre Carballo y la capital provincial. El proyecto definitivo sobre la iniciativa sería entregado al Gobierno dos años más tarde, momento en el que se fundó la empresa Trolebuses Coruña-Carballo, en la que Sánchez sería el gerente, mientras que la presidencia estuvo ocupada por Pedro Barrié de la Maza y el resto de puestos directivos por otros altos cargos del Banco Pastor, que financió la puesta en marcha de la compañía.

En 1943, los promotores recibieron la autorización para la instalación de la línea, de 34 kilómetros de longitud, que de este modo se convirtió en la primera del país que uniría dos localidades, ya que las existentes hasta entonces sólo tenían recorridos urbanos. Para dotarse de los medios necesarios, la empresa tuvo que superar las dificultades que generaba la contienda mundial, ya que los trolebuses fueron solicitados a la fábrica alemana MAN-AEG cuando el ejército nazi se hallaba ya en franca retirada.

Una vez concluida la guerra, el aislamiento internacional al que fue sometida España hacía además muy difícil el aprovisionamiento de materiales para las obras públicas, por lo que Pedro Barrié tuvo que hacer gala de todas sus influencias para hacerse con los suministros indispensables para tender la línea, entre los que destacaron 136 kilómetros de cables y más de 1.300 postes de madera con base de hormigón para sujetar el tendido a lo largo de la carretera.

Los vehículos fueron carrozados en Galicia, donde el chasis adquirido en Alemania fue aprovechado para el montaje de trolebuses para viajeros de 60 plazas, aunque también se construyeron varios para el transporte de mercancías que incluso arrastraban un remolque. Con estos camiones-trole se pretendía transportar la riqueza agrícola y ganadera de Bergantiños, de la que era consciente José Páramo Fernández, un empresario de ese sector que entraría en el capital de Trolebuses Coruña-Carballo a través de Transportes Finisterre, que finalmente adquirió la compañía en 1965.

En 1950 comenzaron a circular los 12 vehículos con los que inició su andadura la empresa, que en 1962 adquirió 8 trolebuses de dos pisos de fabricación británica, similares a los que había comprado la Compañía de Tranvías coruñesa. El trayecto entre la ciudad -donde las cocheras se encontraban en la calle Betanzos- y Carballo se efectuaba en un tiempo medio de 75 minutos, aunque variaba mucho en función del número de veces que los troles se desenganchaban de los cables y el trabajo que les suponía a los operarios volver a conectarlos.

Los continuos problemas que generaban en su ruta por la ciudad las obras que se realizaban en la zona de Cuatro Caminos, el fuerte aumento del parque de vehículos privados y la mayor maniobrabilidad que tenían los autobuses condujeron a la desaparición de los trolebuses de Carballo en 1971. Así se puso fin a la línea más larga de España y la segunda de Europa occidental, sólo superada por la italiana entre Bormio y Tirano, de 60 kilómetros de longitud, aunque la más extensa del mundo, la que une las ciudades ucranianas de Sinferopol y Yalta, aún sigue hoy en día en funcionamiento.