La programación del Centro Galego de Artes da Imaxe celebró su primera proyección al público un lejano 15 de marzo del año 1991. Veinte años y miles de películas y espectadores después, la filmoteca prosigue su labor de divulgación del cine clásico, alternativo y minoritario, y su trabajo de recuperación del patrimonio fílmico gallego.

Pero esos miles de espectadores solo tienen acceso a una parte muy limitada de las instalaciones de la institución, en la Casa de la Cultura Salvador de Madariaga. Además de la coqueta sala de proyecciones, la otra zona pública del recinto es la mediateca José Luis Cobo, en la que tanto aficionados como investigadores tienen acceso a cientos libros y títulos en DVD.

Uno de los alicientes con los que cuenta este espacio son unos ordenadores en los que se encuentran digitalizadas todas y cada una de las noticias del NO-DO en las que aparece Galicia. Pese a que este noticiario se emitió en todos los cines de España entre los años 1942 y 1981, lo más complicado para lograr ofrecer este servicio a la ciudadanía no fueron los factores técnicos. "Lo que más tiempo nos llevó -explica el director de la filmoteca, Guillermo Escrigas- fue llegar a un acuerdo con el NO-DO para que nos cediera las imágenes. Fueron seis meses de negociaciones".

En el mismo piso que la mediateca, y ya vetado para el público general, se encuentra la nevera. En este espacio, a una temperatura y humedad constante, se conserva todo el vasto archivo cinematográfico de la institución. En estos momentos, en las dependencias del CGAI se están llevando a cabo unas obras de mejora, por lo que el refrigerador muestra una densidad de latas cinematográficas más importante de la habitual. Según el archivista de la filmoteca gallega, Chema Rodríguez, son más de 2.700 los títulos que conserva la institución, la mayoría de ellos catalogados.

Pero el espacio más concurrido de estas instalaciones es la sala de proyecciones, por la que han pasado miles de asistentes a lo largo de estas dos décadas. Durante su trayectoria, el cine del CGAI ha registrado varios llenos en los que se quedó en la calle más gente que la que consiguió ocupar sus butacas. El último abarrote fue el pasado martes 15, el día del aniversario de la institución, con el estreno en la ciudad de la premiada Todos vós sodes capitáns, de Oliver Laxe. "La elegimos -explica Escrigas- porque creemos que es la película que mejor define el audiovisual gallego actual".

Tanto el director del CGAI como el archivista de la institución recuerdan cómo las proyecciones más exitosas de los veinte años de existencia de la filmoteca dos piezas tan variopintas como el documental En construcción, de José Luis Guerín, y la piedra fundacional del gore gallego, La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos, del recordado director coruñés Toñito Blanco.

Lo que los cinéfilos que acuden al CGAI no pueden ver de esa sala es el espacio de proyección, en el que pronto convivirá la tecnología analógica en varios formatos, con un proyector digital de última generación del que podrán disfrutar los habituales de la filmoteca.

En la cabina se pueden contemplar desde las enormes bobinas en las que Rodríguez monta cada una de las películas que se pasan en la sala, y los sacos que contienen las latas donde se conservan los filmes de proyección inmediata.

Aunque es en el almacén, en el sótano de las instalaciones, donde se desarrolla el trabajo de conservación y recuperación del patrimonio audiovisual gallego. En este sótano hay moviolas, ordenadores y demás aparatos destinados al tratamiento cinematográfico, además de un amplio archivo de documentación y carteles, muchos de los cuales se pueden ver expuestos a lo largo de todo el CGAI. En la filmoteca se conservan casi 9.000 de estas piezas de arte en papel, tanto de películas relacionadas con Galicia como de clásicos universales y obras más oscuras.

En ese sótano es donde desarrolla la mayoría de su trabajo Chema Rodríguez, que se centra en la recuperación y catalogación del patrimonio audiovisual gallego. La labor de investigación que lleva a cabo el equipo del CGAI, que consiste en visitar desvanes y analizar todo tipo de archivos privados, se coordina desde estas instalaciones.

"Nos pasa mucho encontrarnos con gente que no sabe lo que tiene guardado -afirma Rodríguez-. Una de las películas que más tiempo nos llevó encontrar fue la versión de 1924 de La casa de la Troya, que tenían los herederos de una librería de Santiago de Compostela, desaparecida hace muchos años".