Después de que la pala entrase el pasado martes en el poblado de Penamoa y tirase siete chabolas, algunas de las familias desalojadas, como la de María Jesús Silva, se niegan a dejar el asentamiento, así que, entre los escombros, se han hecho un hueco para dormir y seguir viviendo en lo único que conocen, las barracas. María Jesús, ayer por la tarde, se tenía que ir porque entraba en la cárcel a las ocho por una condena de drogas y no salía hasta el día siguiente pero, durante la mañana, se había afanado en adecentar el recinto que había ocupado casi 30 años su hogar. La asociación de vecinos de O Ventorrillo, sin embargo, pide al Concello celeridad para desmantelar por fin el poblado.