Las calles y los jardines de la Ciudad Vieja han perdido 327 árboles durante los últimos ocho años. Así lo refleja el libro A árbore na cidade. Catálogo-proposta para protección e reposición do arboredo no casco histórico e proximidades. A Coruña, escrito por las arquitectas Ana Gallego, Pascuala Campos y Soledad Bugallo. En su estudio profundizan en cada uno de los espacios públicos del casco histórico, analizan los árboles que tuvieron hace años, los que le faltan y los recién llegados y, además, calculan, según la Norma Granada, el precio en el mercado que alcanza cada uno de los ejemplares.

De los 1.280 árboles que había en la Ciudad Vieja en 2003, quedan 953, de los cuales hasta 412 fueron talados, bien por desarrollos urbanísticos bien por enfermedades sufridas o porque un ciclón los tiró y su retirada se hacía obligatoria. Tan solo 85 árboles fueron sustituidos por otros nuevos. Lo que hace que la Ciudad Vieja tenga un saldo negativo de más de 300 árboles en los últimos ocho años, ya que los agujeros nuevos que se hicieron para plantar ejemplares responden a cambios de ubicación en las plazas y calles; no a un intento por hacer más verde el barrio.

Si la arquitecta Ana Gallego tiene que señalar una "aberración" cometida por los anteriores gobiernos locales, es la de llevarse por delante los olmos que había en la calle Maestranza. Eran tres, eran grandes, antiguos y una referencia de la calle. A uno de ellos lo doblegó un temporal y, a los otros dos, la ampliación de las aceras. Su precio en el mercado ascendía casi a los 48.000 euros y su categoría era de no sustituibles. Eran únicos y ya no están.

Los cálculos de la Norma Granada -que estima el precio de los árboles según, entre otros aspectos, su especie, el grosor de su tronco y la posibilidad de encontrar en el mercado un ejemplar similar- establecen que el conjunto de los 327 árboles que ya no forma parte del paisaje de la Ciudad Vieja supera los 52 millones de euros en el mercado.

A Ana Gallego no le gusta hablar de números porque se aleja de su objetivo de otorgar a los árboles una dignidad que la política les ha negado, dice, y asegura que las soluciones para convertir A Coruña en un lugar más verde son "dispares". Y es que el propósito del estudio, más allá de contabilizar la desaparición de los ejemplares, también es realizar propuestas para que todo vuelva a ser, como mínimo, como en el año 2003, fecha de inicio del documento.

Las ideas sugeridas en algunas zonas pasarían por abrir la acera y plantar árboles autóctonos, que se adapten sin problema al medio en el que tendrían que vivir; en otras, como en la plaza de Azcárraga, la solución se esconde, para las expertas, en retirar los contenedores soterrados e implantar un sistema como el que se utiliza en Oviedo, el de tener la basura en la calle solo durante unas horas, retirar los contenedores cuando estén llenos y devolverlos limpios la tarde del día siguiente, para que el suelo se pueda utilizar como sustrato para arbustos bajos que le den continuidad a las plazas y que funcionen como nexo conductor de los diferentes espacios del barrio.

El problema más extendido entre los árboles que resisten todavía en la Ciudad Vieja no es la amenaza de tala indiscriminada, porque los vecinos se quejarían al verse despojados de su gran pulmón, sino la poda intensiva a la que los sucesivos concejales de Medio Ambiente, según el estudio, condenan a sus troncos.

Hasta 511 de los 953 árboles que resisten todavía en la zona más antigua de la ciudad están sometidos a castraciones continuas, según los datos recopilados por Gallego, Campos y Bugallo. Las autoras del estudio proponen que se les deje crecer hasta que alcancen el tamaño que le corresponde a sus especies, como a los plátanos de sombra de la plaza Santa María del Campo, a los que se le cortan las ramas continuamente para que no lleguen a su máximo esplendor. Las arquitectas estiman que, al ser una especie de hoja caduca, los vecinos tienen garantizada la entrada de la luz del sol en sus viviendas durante el invierno.

"Se están abriendo zanjas todos los días, para meter cables, para hacer reparaciones... ¿por qué sería tan raro hacerlo para plantar un árbol?", se pregunta Gallego, que aboga por realizar un examen en profundidad de las zonas a las que se les quiere añadir verde porque es posible hacerlo sin que eso implique el desembolso de grandes cifras de dinero en mantenimiento. Una de las sugerencias que más repiten las autoras del estudio es la de cambiar el firme del suelo en el que se anclan los árboles, para que éstos sean permeables y el agua llegue a sus raíces sin necesidad de que tengan que ir a buscarla cada vez más abajo, en la tierra. De esta manera se evitarían también los desperfectos frecuentes en las aceras que rodean los árboles, cuyas raíces buscan alimento provocando la rotura de los materiales de construcción.

A Maestranza y el paseo de O Parrote son dos de las zonas que, según el estudio realizado por Gallego, Campos y Bugallo, perdieron presencia en la ciudad por la pérdida de árboles emblemáticos. Es por ello por lo que, en el capítulo de sugerencias, las arquitectas se afanan en pedir que algunos de los ejemplares cuenten con una protección legal recogida en el Plan Especial de Protección y Reforma Interior (Pepri) -que tiene en cuenta los elementos patrimoniales de la Ciudad Vieja y la Pescadería- y en el Plan General de Ordenación Municipal (PGOM) -que incluye un catálogo de bienes a proteger en toda la ciudad por su valor-.

Si este paso se hubiese dado años atrás, el equipo de arquitectas no calificaría de "ejemplo de mala actuación urbana" las reformas realizadas en Puerta Real que acabaron por llevarse por delante seis aligustres lustrosos con un precio conjunto que ronda los 10.000 euros según la Norma Granada. La aparición de unos restos arqueológicos y la obligación de adecentarlos para que se pudieran observar provocó la tala de los ejemplares.

Ejemplo en Monte Alto

El único caso de buen hacer que se destaca en el catálogo es el del Campo de Marte, en el que se contabilizan 136 árboles de diversos tipos que mantienen la zona como el pulmón verde del barrio de Monte Alto. Las redactoras del estudio consideran que es un "ejemplo" para el resto de zonas de la ciudad porque se trata de un parque "bien diseñado y bien tratado" y que por tanto "construye ciudadanía".

El informe insiste en que se incluya la valía del conjunto en el Plan General y añade otras ideas para mejorarlo o protegerlo. La primera es eliminar el asfalto que cubre el suelo y recuperar el suelo de tierra apisonada y drenada que permita una mejor supervivencia de los ejemplares. También se pide evitar la poda ya que se cuentan varias decenas de árboles que sufren recortes de tipo "intensivo" a lo largo del año por parte de los operarios municipales. Alrededor de 15 ejemplares se cortaron desde 2003 y no fueron repuestos mientras otros tantos sí que se cortaron pero se sustituyeron por otros.