A Coruña suma una nueva iglesia, la de los Santos Ángeles, en Elviña. Y tras dos décadas de proyecto, recaudación y obras, más de medio millar de feligreses se reunieron en la inauguración, a la que asistieron el arzobispo Julián Barrio y el alcalde, Carlos Negreira. Media hora antes de mediodía -la hora fijada para el acto-, muchos vecinos ya se agolpaban en la puerta del edificio, de planta circular y techo triangular, deseosos por ver cómo sería su interior. Varios colaboradores enfundados en chalecos amarillos intentaban organizar al público y repartían un folleto con las canciones que se entonarían durante todo el acto de inauguración y la posterior misa. Minutos después de las doce llegaba el arzobispo y las voces del coro marcaban el inicio a la inauguración.

El regidor, acompañado de cuatro concejales del Gobierno local -Begoña Freire, Ana Fernández, Carmen Hervada y Juan de Dios Ruano-, agradeció, en primer lugar, el "esfuerzo" tanto el párroco, Eladio Varela, como de los feligreses que, recordó, acudieron incluso a su "propio bolsillo" para poder tener la iglesia que ayer estrenaban. "Es un gesto de solidaridad en tiempos difíciles", destacaba Negreira, que también resaltaba que el inmueble servirá, además de para rezar, para desarrollar otras actividades como la que realiza Cáritas para los más desfavorecidos. "Donde hay caridad, hay felicidad y aquí la habrá", finalizaba su discurso el primer edil.

A las doce y cuarto, el arzobispo abría las puertas del templo y más de medio millar de personas comenzaban a entrar en el recinto y, además de las ganas de ver cómo se veía por dentro, agradecían el fresco que se respiraba frente al calor bochornoso que se vivía en la plaza Luis Seoane. Alrededor de 300 personas lograban un asiento y casi otras tantas permanecían de pie durante la eucaristía.

Con el inicio del rito, se unían a la celebración la conselleira de Sanidade, Pilar Farjas, y las concejalas socialistas Silvia Longueira y Yoya Neira, mientras que permanecieron ausentes el resto de representantes de la corporación, de BNG y EU-Os Verdes. Del resto de público, al margen de más de una decena de sacerdotes, niños y mayores se mezclaban en el auditorio vestidos con sus mejores galas.

El arzobispo defendía en la homilía el significado del templo como "signo visible del pueblo" y, aunque recordaba que la fe en Dios se puede vivir en soledad, recomendaba la visión "fraternal" de la religión. También destacaba en su intervención la formación de "pueblo" y de "comunidad" alrededor de la iglesia y todos los asistentes asentían al unísono. Tras más de dos décadas con la idea de construir el edificio, ayer por fin se hacía realidad y era visible la emoción de los feligreses y Barrio reconocía los "desvelos" y "preocupaciones" que había causado el retraso en los creyentes y en el propio párroco. "Pero no llega antes el que va más deprisa, sino el que sabe adónde va", añadió.

Era momento de alegrarse por lo conseguido, aunque fuera mucho el tiempo que haya transcurrido, y el prelado disculpaba incluso la insistencia y vehemencia con la que se luchó por construir el templo. "Si hemos sido pesados es porque no era un beneficio para uno solo sino para todos", apostilló. Cerca de las dos de la tarde, la iglesia estaba inaugurada y todos satisfechos. Ahora comienza una nueva etapa, la de darle más contenido que el de celebración de eucaristías, un objetivo que tiene muy claro el párroco, que pretende que sea un lugar de reunión con distintos cometidos, aunque sea simplemente el de que los vecinos charlen.