Las asociaciones de comerciantes han denunciado en reiteradas ocasiones los males que, según sus dirigentes, asolan a los negocios tradicionales. En la ciudad, sin embargo, hay dueños de tiendas que opinan que la fórmula para combatir la crisis no es la de protestar ante el Ayuntamiento o ante otras instituciones, sino la de ofrecer a los clientes un espacio y unos productos originales. Estos jóvenes comerciantes, aunque reconocen que el mal estado de las calles o la proliferación de grandes superficies afectan a sus negocios, proponen que los propietarios de los establecimientos se quejen menos e innoven más. Tres emprendedores que optan por aplicar ideas novedosas en sus negocios exponen en este debate sus opiniones acerca del estado del pequeño comercio en la ciudad y sus perspectivas de futuro.

X. Daviña: Mi negocio cumple seis años este mes y hemos emprendido muchas iniciativas, de las cuales algunas funcionaron y otras no. Estas iniciativas se adoptan porque, si uno no está muy fino, la gente deja de ir a la tienda. Una de las exitosas ha sido la de crear el carné de socio, que da derecho a descuentos y a un premio por el cumpleaños. La idea es que a los socios se les trata un poco mejor. También hubo iniciativas de orden cultural, porque queríamos que la tienda sirviera para activar un poco la vida cultural en la ciudad. Organizamos fiestas y presentaciones de libros, aunque todo eso ha sido un fracaso absoluto porque hay muy poco interés por parte de la gente. También puede ser que yo lo hago muy mal, pero lo cierto es que la experiencia ha sido siempre muy negativa en estas actividades culturales. La gente no responde a cualquier cosa que requiera un poco de esfuerzo. Las iniciativas más comerciales, como la de organizar un outlet en la tienda, sí funcionan. Cuando a la gente se le toca el bolsillo, y más en el momento actual, la iniciativa funciona.

B. Peche: La iniciativa que mejor funcionó en mi caso fue la de crear una página de Facebook, porque es algo que permite mostrar el producto y que la gente lo conozca sin necesidad de pasar por delante de la tienda. Incluso gente de fuera de A Coruña llama para avisar de que va a venir y para pedir que le guarde algún artículo. También he podido hacer la página web con venta por internet, que es a lo que se tiende. No es de lo que voy a vivir, pero es muy útil para dar salida al stock y para ampliar el mercado. He organizado además meriendas y presentaciones de marcas, pero a esos actos, al final, van los amigos y poco más. La caja no lo nota. Esta semana he organizado, desde el jueves hasta el sábado por la noche, un outlet y eso sí que funciona, porque, como dijo Xoán, afecta al bolsillo.

M. Fernández: Mi experiencia es mucho menor, porque solo llevo cinco meses. Creo que, en nuestro caso, lo que está teniendo éxito es la apertura en horario nocturno, porque la zona en la que está el comercio es muy buena, al estar cerca de vías como la calle de la Barrera. Si la apertura en ese horario se acompaña además de un pequeño descuento, la gente se anima y aprovecha el viernes para comprar cosas que, de no haber esa iniciativa, compraría un lunes o un martes. La tienda es además un sitio de encuentro para tomar algo, un aspecto que también gusta mucho. Hemos abierto hasta la una de la madrugada ya cinco veces, aproximadamente una vez al mes. Por la noche, la zona donde habitualmente está el café se convierte en una barra donde ponemos mojitos, cerveza y otras bebidas en un ambiente con una música más animada. El esfuerzo por hacer cosas nuevas no siempre propicia los resultados esperados y eso resulta frustrante, aunque el enfoque de las asociaciones de comerciantes es demasiado pesimista.

X. Daviña: Yo nunca me pude hacer miembro de ninguna de las asociaciones que hay, porque parece que eso supone asociarse a algo que está ya muerto. El gran problema de la ciudad es la pasividad con la que los comerciantes, los dueños de los alquileres y los políticos han tratado durante muchos años al pequeño comercio. Como no había nada más que pequeño comercio, nunca se esforzaron nada. Toda esta gente que se queja nunca ha hecho nada por mejorar las cosas, siempre ha hecho lo mismo. Son unos pasotas y unos quejicas que protestan por todo. Protestan por temas como el carril bus que, a mí, no me supone absolutamente ningún problema. Nadie puede aparcar en doble fila en San Andrés, por lo que me es exactamente igual que lo haya o que no lo haya. Aquí, lo que habría que hacer es trabajar directamente con los locales vacíos que hay para impedir que se muera la ciudad. Hay que obligar a que los propietarios que tienen locales vacíos sin alquilar los tengan en buen estado. No se puede consentir que, al entrar en un local, se sienta vergüenza. Yo, en el local de Orillamar que tenía antes de cambiarme a San Andrés, tuve que cambiar absolutamente todo. Los locales dan asco y se caen. La gente que camina por la calle San Andrés ve locales vacíos que, además, están asquerosos, con ratas dentro y con vómitos.

M. Fernández: Hay cosas tan sencillas como limpiar bien las calles que tampoco se hacen.

X. Daviña: La clave es que los propietarios, aunque tengan derecho a tener los locales vacíos y a pedir el alquiler que consideren oportuno, tengan la obligación de tenerlos limpios. Debería haber inspectores que comprobaran que los locales están limpios o que la instalación eléctrica funciona. De esta forma, los dueños de los bajos verán que, a lo mejor, les resulta más rentable alquilarlos para que sea otro el que se encargue de cuidarlos y los precios de los alquileres bajarán. La gente está loca por alquilar en San Andrés y tiene ganas de hacer cosas buenas.

B. Peche: Me considero afortunada porque en mi zona, la de Juan Flórez, no hay el problema de los bajos vacíos en mal estado, porque es, actualmente, una calle muy comercial. En cuanto al local, tuve la suerte de que me establecí cuando acababa de salir otra tienda y estaba en buenas condiciones. Lo renovamos todo, pero por cuestión del propio negocio y no de que estuviera mal. Sobre las quejas de las asociaciones, es cierto que la situación está mal, pero no es el fin del mundo. El gran problema es que es imposible facturar para pagar alquileres de 6.000 euros como los que se cobran en algunas zonas.

X. Daviña: No basta con que bajen los alquileres, porque lo que tendría que pasar es que, durante un tiempo, prácticamente desaparecieran. Una bajada cercana al 50%, cuando se habla de alquileres altos, no sirve absolutamente para nada. Por mí, que pongan el precio que quieran, pero que el Ayuntamiento se preocupe por evitar que la ciudad dé asco.

M. Fernández: Otro tema del que se habló es el de ampliar los horarios o abrir en domingo y, por lo que yo sé, hay gente que abre tiendas parecidas a la mía en Madrid los domingos por la tarde. Creo que, por probar, no se pierde nada. El debate se retomó aquí recientemente debido a los cruceristas y, con respecto a eso, yo creo que llegaron barcos con 5.000 cruceristas que no se notaron mucho. No sé si se quedan todos en la calle Real, porque, por San Andrés, pasan pocos.

X. Daviña: A mi tienda vinieron dos japoneses, pero para preguntarme si tenía internet.

M. Fernández: Muchos no saben ni en que ciudad están. Yo lo que he notado este verano es la gente que llega de otros lugares de España.

X. Daviña: El turismo se podría notar más, pero, para eso, lo que hay que hacer es que A Coruña sea una ciudad a la que la gente quiera ir. Nadie quiere, por ejemplo, que un individuo que está al lado de una tienda se levante y le vomite encima. Se trata de buscar las cosas normales de ciudades normales y no del submundo en el que estamos. Y esto no es una visión pesimista, es realista. Yo tuve suerte de que abriera una panadería en el local que está al lado del mío, porque había visto salir de él hasta roedores. Es asqueroso lo que hay.

M. Fernández: En el local donde estaba el Universal pasó lo mismo. El Universal, por cierto, cerró porque le subieron la renta.

X. Daviña: Y se tuvo que ir a pesar de ser un negocio muy próspero que funcionaba muy bien. La clave es hacer, simplemente, que las cosas puedan funcionar.

M. Fernández: Yo quiero señalar que el estado del comercio es responsabilidad de todos, también de los consumidores y de los propios comerciantes. No hay que estar echándole siempre la culpa a todo el mundo. Todos somos responsables y no hay que olvidar que, como consumidores, tenemos un poder ilimitado y tenemos que se responsables de dónde nos gastamos el dinero. El consumidor tiene que decidir entre ir como un borrego y mirando al infinito u otra alternativa.

B. Peche: El otro día cerraron el comercio unos amigos míos y llegaron a la tienda conocidos suyos que nunca habían ido para lamentarlo. Somos lo que consumimos. Con lo que consumimos hacemos una declaración de principios. Es también un tema de educación, de saber que no hay que tener todas las semanas un modelo del escaparate de Zara.

M. Fernández: Hay gente que gasta mucho dinero en comprar una prenda porque todo el mundo la conoce. No la compran por la prenda, sino por el logo. Lo hacen por posición social.

X. Daviña: De todas formas, aunque estoy de acuerdo, no debemos olvidar las barbaridades que se han hecho al permitir la apertura del centro comercial más grande de A Coruña, primero; del más grande de Galicia, al año siguiente; y, finalmente, el más grande de España. Si abren otro sería el más grande de la galaxia. Eso lo hizo el Ayuntamiento y es culpable de ello. Nosotros ofrecemos un trato totalmente diferente al de los centros comerciales y sabemos el nombre de la gente que entra. El problema es que la gente tiene que tener la capacidad de entender que en un sitio se trata al cliente como a uno más y que en otros se le conoce. Hay gente que lo valora y gente que no. Yo tengo clientes que, cuando llega lo nuevo de una determinada marca, quieren que los llame. Nosotros tenemos el problema de la imagen de la ciudad. El de los mendigos es un problema humanitario. Ver a la gente tirada en la calle da mucha pena pero, también es cierto que yo, cuando soy turista y paseo por una ciudad que no conozco, lo que quiero es estar tranquilo. No quiero cosas raras. No ayuda nada ver a gente durmiendo y tirada en la calle.

M. Fernández: En la zona donde estoy yo hay ese problema. Llego a las diez y media y no lo veo tanto, pero hay un montón de gente borracha que se mete por los coches y entran en la tienda a pedir. A mí no me importa que entren a pedir, pero da mala imagen de cara el exterior y genera cierta intranquilidad. El otro día me robaron el móvil en la tienda. Mi negocio me cuesta más por eso, porque tengo que tener otra persona en la tienda.

B. Peche: Yo conozco a un mendigo que suele estar en la zona de mi tienda y le digo que no entre mientras hay gente. Para la imagen, de todas formas, también es importante el aspecto que presente el propio comercio. ¿El problema no será, en muchos casos, que hay comercios con más de 60 años que no han sufrido una renovación? Hay que estar constantemente renovando. No basta con poner una tienda y quedarse esperando.

M. Fernández: El comercio también va cambiando. Una colección no puede quedar sin cambiar. También hay que cuidar la iluminación, hacer una lista de clientes... Los comerciantes de aquí estaban acostumbrados a no cambiar y, aún encima, a tratar mal a los clientes. A mí me han llegado a preguntar si se podía reservar, si los niños podían entrar en la tienda o si podían entrar dos personas al probador.

X. Daviña: Falta mucha autocrítica. Hay escaparates que llevan quince años igual.

B. Peche: Hay que arriesgar y adaptarse a estos tiempos. Tiendas que iban muy bien en la época buena han tenido que dar pasos atrás y reinventarse.

X. Daviña: El concepto que tienen las asociaciones no es el que tengo yo. La campaña que hizo el Concello para el pequeño comercio, en la que sale un abuelo contándole a su nieto lo que es el comercio tradicional, hizo que me dieran ganas de tirarme por la ventana. No sé quien la ideo pero, si eso es la aportación que hace el cambio del Gobierno local, creo que todos los políticos se podían haber quedado en su casa. Los carteles ya no pueden ser más feos y el concepto de la campaña es deprimente. Poner esos carteles en una tienda es reconocer que la tienda se va a pique.

M. Fernández: Hay gente que tiene ganas y las épocas de crisis sirven para cribar y para renovar.

B. Peche: Lo que hay que hacer es trabajar y cuidar el negocio, no llorar.