La actriz madrileña Verónica Forqué subirá por primera vez a las tablas del teatro Colón esta tarde a las 20.30 horas para dar vida a Shirley Valentine, un ama de casa británica que se confiesa con la pared de su cocina. Las entradas para acudir al único pase de esta comedia del dramaturgo Willy Rusell, estrenada en 1986, cuestan 15, 18 y 20 euros, dependiendo de la ubicación de las butacas.

-¿Cómo definiría la personalidad de Shirley Valentine?

-Es una persona que tenía muchos sueños cuando era joven, se ha casado, sus hijos son ya mayores, va a cumplir cincuenta años, y está en la cocina de su casa preparando la cena a su marido mientras habla con la pared de su cocina. Esta es una imagen muy bonita del autor, Willy Rusell, porque las amas de casa tienen muchos momentos de soledad, y su vida es muy rutinaria. El desencadenante de la trama es que una amiga muy feminista y echada para adelante la invita a irse quince días a Grecia con ella, y eso le cambia la vida.

-¿Conoce usted a alguna mujer como Shirley Valentine?

-A unas cuantas. A mí misma me pasan cosas parecidas a las de Shirley. Todas las mujeres de esta generación la entendemos muy bien, por eso la obra conecta tanto con el público. Es muy divertida, pero también invita a la reflexión.

-¿Se trata de un retrato generacional para mujeres maduras o las jóvenes también conectan con el montaje?

-Lo entienden muy bien, porque aunque a ellas no les pasen estas cosas, a las madres de muchas de ellas sí, y si esta obra no estuviera viva no funcionaría, la gente se aburriría. Aunque las mujeres hemos recorrido un buen trecho, nos queda mucho por andar, porque parece que las de mi generación tenemos que andar pidiendo permiso para hacer las cosas.

-¿Cree que las nuevas generaciones son conscientes de todo lo que tuvieron que trabajar las mujeres de su edad para lograr sus derechos?

-No lo sé, pero yo a mi hija siempre le dije que tenía que tener su trabajo, su dinero, ser independiente, y que si está con alguien que sea porque quiere. Lo de quedarse en casa y estar con los niños es una trampa muy grande en la que caen las mujeres, porque cuando los niños se van y todavía se es joven, ¿qué? Pero es verdad que hay gente con vocación, y esa es una opción, pero yo creo que hay que tener cosas que sean de una y solo de una, y realizarse como persona con la sociedad, no quedarse como Shirley, hablando con la pared de la cocina.

-¿Tuvo usted alguna dificultad cuando comenzaba con su carrera por ser mujer?

-No, yo siempre he sido muy espabilada (risas), y siempre he tenido claro que iba a tener mi trabajo y ser independiente. Soy de esa generación muy luchadora, y he visto las cosas que le pasaban a mi madre y no quería que me pasaran a mí, y eso que mi madre también trabajaba fuera de casa. Las mujeres estaban muy sometidas a los hombres a todos los niveles.

-¿Cree que las mujeres de su edad ya han logrado todo lo que pretendían?

-Me ha tocado luchar mucho y lo sigo haciendo, porque los hombres tienen tendencia a que, si por ellos fuera, preferirían que nos quedáramos en casa.

-No creo que ese sentimiento sea algo generalizado.

-No en los jóvenes, pero sí en los de mi generación, en un 90% de los casos. Pero es que a ellos les educaron así.

-Por lo que veo, se toma usted su papel desde un punto de vista militante.

-Sí (risas). Pero es que es una obra maravillosa, no piense que es otro coñazo de mujeres hablando de lo malvados que son los hombres. Es mucho más que eso, pero es cierto que hay un punto militante que me gusta (risas).

-La función se ambienta en Inglaterra. ¿Supone eso algún problema para la identificación del público con el personaje?

-La obra transcurre en Liverpool, y el gran sueño de Shirley, que es una imagen muy bonita, es tomar el sol, porque donde vive no hace sol nunca. Por eso para ella ir a un país como Grecia es como escaparse al paraíso.