Cuando Carmen Vázquez y su marido, José Antonio Pereira, tomaron en 1975 las riendas del bar Ría de Vivero, la calle Troncoso era una de las más animadas del centro de la ciudad debido a los locales de hostelería que la poblaban. Esta estrecha vía formaba entonces parte del recorrido diario que efectuaban muchos coruñeses a lo largo de lo que se conocía como calles de los vinos y se beneficiaba de su proximidad a la plaza de María Pita, a donde llegaban muchos forasteros que deseaban conocerla.

Carmen, cuyo marido falleció hace dos años, abrirá el próximo sábado por última vez el bar, ya que ha decidido retirarse, lo que pondrá fin a la actividad de uno de los locales de mayor solera de esta calle, que se vio afectada a mediados de los años ochenta por la construcción del aparcamiento de María Pita, ya que la paralización de las obras por la aparición de restos arqueológicos hizo difícil el paso por la zona y retrajo a los habituales clientes de los establecimientos.

José Antonio, el marido de Carmen, fue uno de los impulsores de la peatonalización de Troncoso, que transformó por completo la calle, hasta entonces con unas aceras estrechas y repleta de coches. "Fue muy bueno para la calle, porque los fines de semana y los veranos se trabaja muy bien porque hay mucha gente", explica Carmen sobre el efecto que causó la prohibición del tráfico en esta céntrica vía.

"Cada año que pasa se va notando", comenta la responsable del Ría de Vivero acerca del cambio producido en la clientela de Troncoso, ya que la renovación de la calle se ha traducido en la implantación de negocios de un mayor nivel. Cuando ella y su marido abrieron el local, los coruñeses bajaban al centro a tomarse tazas de ribeiro y de cigales, el vino que estaba entonces de moda, mientras que ahora la mayoría de los clientes solicitan rioja. En cuanto a sus especialidades, el Ría de Vivero es conocido por su comida casera, en la que destacan el pulpo, la tortilla, las croquetas y el raxo, siempre con sabor tradicional.

Mientras que todos los bares de Troncoso hicieron reformas para adaptarse a los tiempos, Carmen y su marido mantuvieron el local con el mismo aspecto desde su apertura, ya que nunca carecieron de clientes. "Lo dejo con mucha pena, pero todo se acaba en la vida. Ahora hay que descansar y vivir un poco", afirma la veterana hostelera sobre el cierre del bar.