"Me pregunto cómo estarán aquellas personas con las que hemos compartido un pedazo de nuestra vida en las últimas semanas y que ahora siguen allí, en el mismo sitio, con su vida de siempre, con sus carencias de siempre...". La periodista coruñesa Antía González-Pombo se despedía así en la última entrada de su blog Esto es Togo, amigos en http://estoestogo.blogspot.com.es, donde durante 15 días resumió el día a día de los cooperantes de la ONG Solidariedade Galega y los murcianos de Azul en Acción en la región de Kara, al norte de Togo, que prestaron atención oftalmológica a la población de la zona.

Antía y sus padres fueron los únicos gallegos que en esta ocasión colaboraron en el proyecto de Solidariedade Galega. Antón González formó parte del equipo de logística mientras que la oftalmóloga María Josefa Pombo participó en las cirugías y las revisiones a los pacientes con otros cuatro especialistas de la organización de Murcia.

El equipo atendió en dos semanas a 2.286 personas y se realizaron 174 intervenciones quirúrgicas, la mayoría por cataratas o pterigium, una enfermedad que afecta a la córnea. El mensaje que dieron al segundo día de su llegada a Kara sobre la campaña en la misa parroquial de los salesianos del español padre Rafael caló en los habitantes y al día siguiente las colas "rodeaban" el recinto para acceder al camión-quirófano instalado en la parroquia de Don Bosco. "Era tan grande que era imposible que quedara reflejada en una sola foto", afirma Antía en su blog.

La periodista aclara que los vecinos de Kara están "acostumbrados" a recibir estas campañas y enseguida se corre la voz de unas parroquias a otras. La masiva afluencia obligó a revisar las colas -explica- para adelantar los casos más graves a la vez que se informaba a muchos que acudían por picor de ojos debido al viento alisio que no era necesario que guardaran turno porque su dolencia se aliviaba "con agua y manzanilla". Destaca además que la gente es "muy agracedida" y "nadie se quejaba por mucho que tuvieran que esperar". "Te veían como alguien caído del cielo", añade.

En Esto es Togo, amigos, Antía recuerda algunos de los casos más representativos, en especial los de los más pequeños. Escribió sobre Amos, un niño de cinco años con un tumor en el ojo derecho desde hacía tres años o una niña de siete años intervenida por una catarata congénita. Una de las más pequeñas fue una bebé de siete meses que tenía los conductos lagrimales impermeables. También relata la historia de Donnée, un chico de 16 años con "un problema de catarata subluxada de cámara anterior" que "nunca había visto nada" y después de operarle los dos ojos "pudo ver el mundo que le rodea".

"La sensación de ver como recuperó la visión es inexplicable. Ver como se iba caminando por su propio pie con su hermana mayor es una imagen que nunca se nos borrará de la cabeza", apunta Antía en una de las entradas de Esto es Togo, amigos. Además de las operaciones, los sanitarios diagnosticaron y trataron patologías de traco, maametropías, oncocercosis y conjuntivitis. Unos 448 pacientes recibieron unas gafas nuevas graduadas acorde a su problema ocular. La joven coruñesa explica que mucha gente con presbicia o vista cansada tenía que dejar sus trabajos porque "no les llegaba el dinero para comprarse unas gafas". "Nosotros les dábamos las gafas que llevábamos que habíamos recogido en las ópticas o nos habían donado los laboratorios para que pudiesen volver a trabajar", señala.

El trabajo no estuvo exento de complicaciones. Algunos de los aparatos del camión-quirófano que los cooperantes de Azul en Acción habían trasladado a la ciudad un año antes se habían estropeado por el paso del tiempo. Antía recuerda los fallos del microcospio, el foco emulsificador y la lámpara de hendidura que los responsables de la logística pudieron subsanar. A veces se quedaban sin agua y luz, pero en estos casos "la necesidad agudiza el ingenio" e incluso tuvieron que recurrir a los teléfonos móviles para iluminar a un paciente y terminar una cirugía.

Los equipos móviles también hicieron cuatro consultas itinerantes con las que llevar asistencia a los vecinos del medio rural sin medios para desplazarse. En una de esas visitas Antía les enseñó a los niños del lugar qué era el Deportivo y cantó con ellos las canciones que los aficionados entonan en Riazor.