No tienen nombre como grupo, tampoco profesores, más allá de los vídeos que ven en YouTube, y se juntan en días de sol para practicar. Hacen de los rincones de la ciudad su centro de entrenamiento y su escenario. Tienen entre quince y 19 años y practican parkour, un deporte que tiene como objetivo desplazarse de un lugar a otro economizando los movimientos, aprovechando los elementos que les brinda el paisaje y, sobre todo, explotando las capacidades de sus cuerpos. Ayer hicieron una demostración de sus habilidades en la playa de Riazor.

Enterraron dos boyas a en la arena -unas pelotas como las que se utilizan para hacer pilates- y dieron rienda suelta a sus acrobacias y movimientos atléticos.

Cuenta Daniel Villar, uno de los traceurs -que así se llaman los que practican parkour- que detrás de los saltos hay horas de entrenamiento y mucho estiramiento para evitar lesiones, aunque ni siquiera eso aleja a los deportistas del "riesgo" que entraña coger impulso e intentar volar.

Fueron la atracción de la playa, algunos querían hacerse fotos con ellos, inmortalizar el momento en el que un grupo de chavales desafiaban a las leyes de la Física para llegar de un lado a otro sin poner los pies en el suelo. La elegida fue ayer la playa de Riazor, pero hay otras zonas de la ciudad en las que estos chicos practican, como la plaza de Pontevedra y María Pita.

Se enseñan entre ellos, cada uno mejora su técnica y busca nuevos retos en internet, en deportistas más experimentados que ellos, en esos que graban vídeos y los cuelgan en internet. Unos aprendieron de pequeños, otros se unieron más tarde, atraídos por la espectacularidad de ir de un lado al otro como solo lo podría hacer un superhéroe, calculando las facilidades que les ofrece el entorno para llegar a un punto, siempre, más rápido que los malos.