Mis padres, Valeriano y Oliva, fueron agricultores que vivieron en la localidad zamorana de Venialbo hasta que se jubilaron y decidieron pasar los últimos años de su vida en esta ciudad conmigo y mis hermanas Marisol y Bonifacia. Como ellos no podían costearme los estudios, decidieron enviarme a casa de mis tíos Enrique Calvo e Isabel de Dios, quienes regentaban el bar Avenida en la calle Juana de Vega, junto a la empresa de transportes Ribadeo. Gracias a su ayuda, pude realizar todos mis estudios, por lo que siempre les estaré agradecida.

Mis tíos vivían en la plaza del Maestro Mateo, por lo que los dos primeros años estudié en el colegio del Ángel y posteriormente en el instituto Eusebio da Guarda. Mis amigas de infancia fueron las que hice en la calle, como Ana, Conchi, Maribel y Ana Veiga, así como las del colegio: Marí Carmen Fernández, mi prima Rosa, Victoria y Emilia, con quienes pasé una infancia muy feliz.

Nuestros juegos eran los habituales de la época, como la cuerda, la mariola, el brilé, la pelota y las muñecas, así como las casitas y las tómbolas, sobre todo en las puertas de nuestras casas o dentro de los portales, donde solíamos hacer también funciones canto y teatro para pasarlo bien.

Al igual que muchas de mis amigas, fui una niña y una jovencita muy controlada, ya que solo nos dejaban jugar en nuestra calle y ni siquiera nos dejaban ir a lugares que estaban muy próximos. Recuerdo que hasta que cumplí los catorce años, cuando bajaba a pasear al centro o iba al cine, lo hacía siempre de la mano de mi madrina, Isabel.

En las vacaciones de Semana Santa, a las niñas siempre nos llevaban a las iglesias o al centro para ver las numerosas procesiones que salían en esos días, aunque algunas veces me llevaban a Zamora a pasar esas fiestas, por lo que ese tiempo podía volver a estar con mis padres y hermanas, en un viaje en tren que solía ser bastante largo, o al menos a mí me lo parecía.

La situación cambió cuando empezaron a dejarme salir sola con mis amigas y con mi prima para dar paseos por la calle Real e ir a los cines del centro, así como a los primeros bailes y guateques en locales como el Cassely, el Diana o el Xornes, además del Playa Club, donde conocí a un chico con el que bailé y que al principio me pareció un presumido que se creía que yo estaba esperando a que me sacase a bailar, aunque con el tiempo se convirtió en mi novio y luego en mi marido, con el que llevo felizmente casada desde los años setenta.

Después de hacernos novios, seguimos acudiendo a los bailes y discotecas de la ciudad, de las que guardo un grato recuerdo, así como los cines de estreno a los que solíamos acudir, como el Colón, Rosalía de Castro, Avenida y Riazor. Al terminar el bachiller, fui a la Escuela de Magisterio, en la que hice esos estudios y luego hice oposiciones para funcionaria del Estado, aunque como no tuve suerte me dediqué a dar clases de EGB durante trece años, tras lo que trabajé como interina de la Xunta durante veinte años en Santiago, Ferrol y en esta ciudad, en la que terminé mi vida laboral.

En la actualidad me dedico a estudiar en la Universidad Sénior Psicología, Matemáticas y Arte Patrimonial, ya que es una manera de aprender algo más y de tener la mente en movimiento. Mis aficiones son la lectura, la música y acudir con mi marido a todos los conciertos que se ofrecen en la ciudad, así como reunirme con mis amigos de siempre para recordar viejos tiempos.