El martes 14 de agosto los grandes veleros participantes en la Tall Ship Races partieron del puerto de A Coruña rumbo a Dublín. Todos, menos uno, el Zawisza Czarny, un barco polaco que aún permanece en la ciudad, en los Varaderos Lazareto, en Oza. Una grave avería en la hélice del barco obligó a los 14 tripulantes a recalar un mes más en la urbe, antes de volver a su país de origen. El capitán de velero, James Zbierajewski, recibe a cualquier visitante dispuesto a escuchar historias del mar en un camarote dispuesto como comedor. Con inglés fluido y calma en la entonación cuenta cómo el velero, que llama la atención a aquellos que pasean por Os Castros, se construyó en 1952 como barco pesquero, aunque, desde hace 50 años, es un buque escuela para boyscouts polacos.

Zbierajewski relata cómo una fuerte tormenta en la bahía de Vizcaya provocó que, al llegar a A Coruña, la maquinaria de la embarcación no funcionara. Cuando inspeccionaron la hélice comprobaron que estaba "completamente destrozada". Pero el problema no era el estado de esta parte fundamental del barco, sino que, al haberse construido en los años 40, se trata de unas piezas "únicas", muy difíciles de encontrar hoy en día. Tras varios días de búsqueda, el armador encontró una empresa alemana que les proporcionó la nueva máquina. La especialización de la mano de obra no fue problema, cuenta el capitán: "En Galicia hay muchos profesionales porque, además, tienen una tradición muy antigua en este tipo de trabajos. Son personas que llevan varias generaciones, hasta cuatro, arreglando barcos. Es maravilloso".

El capitán del Zawisza Czarny dirigió por primera vez este barco en 1978 y conoce "muy bien" España. Enumera ciudades como Valencia, Mallorca, Las Palmas o A Coruña para demostrar su bagaje por la costa, aunque reconoce su carencia en otro aspecto. "No conozco el interior, solo he estado en dos aeropuertos", apunta con una gran sonrisa. Es un marinero experimentado, y no solo en cuestiones marítimas, sino también en demostrar que la náutica puede ayudar a derribar barreras. Un amigo suyo, músico y ciego, le propuso hace años una "idea estúpida y loca": viajar en el barco como tripulante. Durante siete años se enrroló en el velero y, viendo que no tenía ninguna dificultad para realizar las tareas, Zbierajewski se animó a ampliar el "experimento". El buque realiza año tras año travesías con la mitad del equipo -alrededor de 23- con discapacidades de todo tipo. Hasta 200 han pasado ya por el barco, y de todas las edades. "No vienen como pasajeros, son miembros de la tripulación", defiende el capitán del velero, que toma su nombre de un caballero polaco medieval famoso por su valentía. Un coraje del que toman nota los marineros que viajan en su interior.