Su pelo blanco y su mirada franca y profunda ya no volverán a otear el horizonte en busca de una libertad que le coartaron en buena medida dos accidentes marítimos: la colisión con unas agujas no señaladas en la canal de acceso al puerto de A Coruña y que provocó la muerte del capitán del buque-tanque Urquiola, en mayo de 1976, y el embarrancamiento del Mar Egeo, en 1992, ambos sucesos en aguas de A Coruña y, también en ambos, la figura de Benigno Sánchez Lebón, práctico mayor que fue del puerto coruñés.

Un tercer suceso marcó asimismo su vida, si bien ya un poco más alejado de la responsabilidad del mando: el Prestige. Y, de por medio, multitud de acciones, recomendaciones, reclamaciones, denuncias... no siempre -o casi nunca- atendidas ni entendidas.

Benigno Sánchez Lebón, que permaneció a bordo del Urquiola con el capitán de este buque, el coruñés Francisco Castelo, y que salvó su vida tras cubrir a nado y con las llamas del incendio ocasionado por la explosión de los tanques del petrolero la distancia entre el punto del accidente y la costa de Mera, no pudo con su última travesía: la de la vida. Esta se le acabó ayer en su casa de Bertamiráns a la que se había retirado con su esposa -fallecida hace unos años-. Sus restos, sin embargo, han regresado a la que fue su ciudad de residencia, A Coruña, para recibir sepultura.

Amigo del mar, Lebón no pudo acercarse mucho a este cuando, en mayo del año pasado, el Ayuntamiento de A Coruña, en un hito del paseo costero cerca de punta Herminia, hacía público reconocimiento a la acción de tres hombres que tuvieron mucho que ver con la lucha para evitar que esta ciudad se viera más perjudicada y sus ciudadanos en peligro tras la colisión con las agujas no señaladas en las cartas marinas por el Urquiola: el capitán del buque ya citado, el propio Benigno Sánchez Lebón, y el responsable de seguridad de Campsa, Ignacio Arnáiz.

Los nombres de los tres figuran en ese hito -por cierto ya deteriorado por la mano de quien nada respeta-. Un hito al que Benigno no pudo acercarse totalmente porque su enfermedad ya no se lo permitía y siguió de lejos el acto inaugural presidido por el entonces concejal del BNG Henrique Tello.

Ese hito ya no podrá ser visitado por Lebón. Tampoco, obviamente, por el fallecido capitán del buque, Francisco Castelo. Solo Ignacio Arnáiz podrá acercarse a él, tal vez para depositar en sus proximidades un par de flores en recuerdo de quienes, sin buscarlo, protagonizan con él mismo parte de la historia de A Coruña.

Con la muerte de Sánchez Lebón se cierra el libro de la memoria del Urquiola, porque fue el último en abandonar este buque junto con Castelo. Ahora será el primero en vigilar desde las nubes que nunca más se repitan aquellas historias.

Adiós, amigo del mar. Hasta el próximo horizonte en el infinito. Guárdalo. Peléalo hasta que nos veamos en la última ola.