-¿Cómo y por qué nace Aspronaga en A Coruña?

-Nacimos en 1962 por iniciativa de unos padres de personas con discapacidad intelectual que, ante el vacío total en la atención a personas en esta situación, deciden constituirse en asociación. Somos una de las primeras de España. Nos constituimos meses después de la de Valencia, que fue la primera a nivel estatal. La mecha ha prendido a lo largo de todos estos años y hasta aquí hemos llegado.

-¿En qué ha cambiado la asociación en los últimos 50 años?

-Resaltaría dos hitos que han significado un punto de inflexión para nuestra entidad. Por una parte, la adquisición del colegio en Ciudad Jardín y, por otra, la puesta en funcionamiento en los años 80 de las instalaciones en Lamastelle, donde se instaló un centro ocupacional, un centro de atención a personas gravemente afectadas y un centro de día para los más mayores.

-Y la vida de las personas con discapacidad intelectual, ¿también ha cambiado a lo largo de estos años?

-Sí. Los cambios materiales corren también paralelos a la consideración de estas personas en la sociedad. La diferencia es abismal. Ahora se propone la inclusión, la igualdad de derechos y la integración de este colectivo en el día a día. Hace medio siglo no podíamos decir lo mismo, los discapacitados eran verdaderos marginados que no contaban para nada en la sociedad.

-Parece que está todo hecho.

-Evidentemente queda mucho camino para una inclusión total. Pero la percepción del colectivo ha mejorado mucho, sobre todo en A Coruña. Las personas con discapacidad están en la calle. Se han hecho visibles y han sido aceptadas por la sociedad. Ahora los vemos como personas con derechos pero necesitados de apoyo y eso es lo importante. La sociedad debe saber que los discapacitados necesitan apoyos y no que los consideren como extraños. Son uno más.

-En su centro ocupacional intentan vincular a los discapacitados con el mundo laboral, ¿en qué consiste este trabajo?

-Fundamentalmente lo que se hacen son trabajos de manipulación para empresas que nos contratan para labores como el ensobrado o el empaquetado. Trabajos de todo tipo pero que acostumbran a consistir en actividades repetitivas, sin complejidad, pero para las que somos muy competitivos, ya que tenemos más de 100 personas con posibilidad de trabajar.

-En este sentido, ¿en qué medida les está afectando la crisis?

-Desde el punto de vista laboral ha supuesto un contratiempo bastante importante, especialmente después de que cerrase la fábrica de jabones de la Toja, para la que trabajábamos en diversas tareas. Estamos intentando buscar alternativas porque es cierto que hacíamos con ellos un trabajo muy importante.

-¿La austeridad también se ha hecho notar en las ayudas públicas?

-Sí, pero no solo las ayudas públicas, sino también las privadas. Antes de la crisis recibíamos una ayuda muy importante de la caja de ahorros que ahora ha mermado considerablemente. La Administración no es que haya reducido excesivamente, sino que no ha ampliado las partidas para satisfacer a la nueva demanda o para ampliar servicios.

-Más allá de la inserción laboral, ¿qué otros servicios ofrecen?

-Contamos con un colegio, una residencia, centros para personas gravemente afectadas que necesitan un apoyo especial y el centro ocupacional del que ya hablamos, en el que están casi la mitad de los usuarios.

-Suele decirse que la crisis despierta el espíritu solidario de las personas. ¿Perciben esta cuestión?

-Si algo bueno trae la crisis es que estimula a la gente a colaborar con los más desfavorecidos. Nosotros lo notamos en el número de voluntarios. Tenemos 170 empleados para algo más de 350 personas que atendemos. Sin la ayuda de los voluntarios nuestro trabajo no sería el mismo.