Nueve miembros del llamado clan de La Mora procesados por traficar con droga en las inmediaciones de la refinería declararon ayer en la Audiencia Provincial que jamás han vendido heroína y hachís en las casas abandonadas que hay en esa zona y que viven del comercio de chatarra, de los mercadillos de las ferias y, en el caso de una acusada, de la prostitución. Entre los que se sentaron en el banquillo estaba María Jesús Silva, cuyo apodo da nombre al grupo.

Aquellos imputados en cuyas casas aparecieron sustancias estupefacientes -los policías hallaron en el registro a tres viviendas que 21,416 gramos de heroína y 3,431 gramos de hachís- expusieron que esas drogas eran para consumo propio y no para la venta. La Mora manifestó ante el tribunal que la báscula de precisión aparecida en su vivienda había sido llevada allí por unos niños que se dedicaban a entregarle artículos para vender en la feria y que la habían encontrado en la basura.

"En el registro a mi vivienda no se encontró nada de droga. La báscula la trajeron los niños de la basura", expuso la supuesta patrona del clan, que añadió que los restos de papel de aluminio usado para preparar la droga, que también aparecieron en su vivienda, no eran suyos, sino de amigos y familiares que consumen estupefacientes y que los habían dejado allí.

La supuesta líder del grupo declaró que ella y su pareja, con la que mantenía una relación tras haberse separado de su marido, vivían en una casa abandonada en las proximidades de la refinería, en la zona de San José, temporalmente, a la espera de alquilar un piso. La Mora, para la que la Fiscalía solicita una pena de seis años de prisión, explicó que pasaba poco tiempo en la zona, por viajar con frecuencia a las ferias de aldeas. "Yo me marchaba mucho por las aldeas, a las ferias, para vender. No estaba mucho por allí", manifestó la procesada.

Esto contradice lo que expuso un agente policial que participó en el dispositivo de vigilancia en el poblado y que aseguró ante el tribunal que la patrona del clan estaba presente en la mayoría de las ventas de droga y que era la que daba las órdenes.

La Mora también desvinculó del negocio de la droga los 1.940 euros que tenía en su poder cuando la policía efectuó los registros. "Llevo el dinero encima porque tengo miedo de que me roben", dijo al ser preguntada acerca de ese dinero.

Los otros ocho procesados, para los que el Ministerio Público solicita penas de tres años y siete meses, coincidieron al negar cualquier vinculación con la venta de drogas y en exponer que las personas que entraban y salían de las casas eran familiares o amigos de quienes las habitaban y no consumidores que querían comprar. "Los que iban por allí eran amigos. No se vendía droga", comentó un hijo de La Mora, que dijo dedicarse al negocio de la chatarra.

Algunos de los acusados sí reconocieron ser consumidores de droga, algo que utilizaron para explicar la existencia de sustancias en las casas. Entre los que se presentaron como consumidores está una mujer que declaró que su fuente de ganancias era su trabajo como prostituta y que explicó que la droga que apareció en una de las viviendas había sido adquirida en León por ella y por otro acusado que es su pareja sentimental. "Soy prostituta y me siento orgullosa, porque, gracias a eso, no tengo antecedentes penales", manifestó esta mujer.

Entre los testigos que comparecieron ante el tribunal de la Audiencia Provincial estaban dos hombres a los que la policía sorprendió con droga cuando salían de las casas. Ambos negaron haber comprado las sustancias en las casas, al decir que ya la tenían cuando entraron.