El atracador de la joyería Romeu, situada en la calle Real número 72, aseguró ayer durante el juicio que fue contratado por dos hombres para dar el golpe en enero de 2011. El procesado, que fue retenido cuando cometía el robo por el vigilante de seguridad y dos empleados del establecimiento, sostuvo que los dos asaltantes que lo acompañaban y que consiguieron huir le ofrecieron 5.000 euros a cambio de asaltar el local. "Me los darían cuando les entregase el botín", señaló.

El imputado, para el que el fiscal exige una condena de cinco años y cinco meses de cárcel, relató que sus compañeros contactaron con él en Lisboa. Tras ese primer encuentro, siempre según su versión, se encontraron en Vigo, donde le entregaron la ropa que usó en el atraco. En la ciudad olívica pasaron una noche y, al día siguiente, viajaron hasta Santiago. En la capital gallega le proporcionaron el arma semiautomática con la que asaltó la joyería, y después, se separaron. El acusado aseguró que llegó a A Coruña en tren y que se citó en La Marina con los otros dos asaltantes, quienes le proporcionaron un mapa del centro de la ciudad, en la que aseguró no haber estado antes.

La policía, sin embargo, halló restos de ADN del acusado en la ropa de la que se deshicieron los asaltantes de la joyería Calvo, situada en Rúa Nueva, en septiembre de 2010. En esa ocasión, los atracadores consiguieron huir con el botín.

El ladrón, que tiene 45 años y está asistido por el letrado Manuel Ferreiro, admitió que llevaban prendas superpuestas. La primera capa de la ropa que contó que le suministraron estaba descosida y pegada por dentro con cinta aislante para poder deshacerse de ella con facilidad al emprender la huida. Los dos asaltantes que escaparon sin el botín ejecutaron el plan y arrojaron las prendas en contenedores de las inmediaciones de la joyería, mientras que el procesado fue retenido hasta que llegó la policía. "Acepté el trabajo por dinero", indicó el sospechoso en el juicio, al tiempo que recalcó que no había intentado disparar el arma.

El imputado, que es de nacionalidad brasileña aunque residente en Lisboa, afirmó que entró en el local con la cara descubierta, con un gorro y unas gafas "transparentes". El procesado destacó que tras ser inmovilizado en la joyería le golpearon, lo que provocó que se le fracturasen algunas costillas.

La acusación particular, ejercida por el vigilante de seguridad, reclama al tribunal de la Audiencia que condene al sospechoso a 12 años y 11 meses de cárcel porque, además de cometer un delito de intento de robo con violencia e intimidación y otro de tenencia ilícita de armas, sostiene que es autor de un delito de homicidio en grado de tentativa. La Fiscalía, sin embargo, no formula la última acusación porque considera que la intención del brasileño no era matar al vigilante de seguridad.

El representante del Ministerio público, al igual que el abogado de la defensa, destacan que tanto el guarda como los dos empleados afirmaron en sus primeras declaraciones ante la policía que el atracador había efectuado dos disparos al aire. Ayer, en el juicio, al igual que ante la magistrada que investigó el caso, cambiaron sus testimonios y aseguraron que uno de los disparos lo realizó a quemarropa hacia el estómago del vigilante.

Los agentes del 091 encargados del caso indicaron ayer en la vista que el arma carecía de cartuchos en la recámara, por lo que era imposible dispararla. De hecho, aunque el imputado accionó dos veces el gatillo, los testigos solo oyeron dos "clics". La Interpol busca a los otros dos asaltantes, que forman parte de una banda organizada que actúa en España, Portugal y Francia.