La costa gallega es una especie de museo sin catalogar. En sus fondos marinos descansan cientos de navíos que a lo largo de los siglos fueron quedando varados, escribiendo su relato alternativo de la historia. En la costa de Ferrol, en concreto, uno de ellos ha llamado la atención de un grupo de arqueólogos: La Ragazzona. De propiedad veneciana, esta nave del siglo XVI fue una de las muchas que alquiló el rey español Felipe II para engrosar las filas de la que se dio en llamar como Armada Invencible, en 1588. Fue el navío de mayor envergadura de la expedición y la nave que capitaneó la Escuadra de Levante, a las órdenes de don Martín de Bertendona.

Su últimos meses en activo fueron un cúmulo de despropósitos. Tras la sonrojante derrota en los mares de Inglaterra de la expedición española, La Ragazzona regresó de vuelta a la Península Ibérica refugiándose de los temporales en la ría de Muros. Ante los requerimientos de su dueño, la República de Venecia, la tripulación recibió órdenes de llevar a reparar el navío a A Coruña para ser devuelto en condiciones. La noche antes de entrar en el puerto, el buque fue sorprendido nuevamente por la tormenta, perdiendo el ancla y dañando gravemente las velas. A partir de ahí, la tripulación perdió el control de su destino y acabó encallando en la costa ferrolana.

Ahora, 425 años después de aquel episodio, este grupo de arqueólogos de la Universidade de Santiago (USC), ha decidido rescatar de las profundidades el recuerdo de aquel naufragio. David Fernández, es el director de la expedición y uno de los principales autores intelectuales de la aventura. Investigador de la USC, participó ayer en la primera de las inmersiones del proyecto, que se prolongarán hasta el domingo. El objetivo: encontrar algún resto de La Ragazzona en forma de munición, piezas de artillería, cerámicas o, incluso, concentraciones de maderas procedentes del casco.

Por el momento, el equipo arqueológico solo cuenta con un perímetro acotado a partir de las referencias de crónicas y documentos históricos en los que se narra como el barco, sin ancla y con las velas destartaladas, acabó varando en la costa y partiendo en dos. Lo de ayer simplemente fue la primera toma de contacto. "Estuvimos viendo la zona y cerrando el área de búsqueda. Es el primer acercamiento y en los próximos días continuaremos en la procura de algún resto que nos permita verificar que ahí está el barco", arguye David Fernández.

La expedición, autofinanciada por los investigadores, cuenta también con el apoyo de la unidad de buceo de la Armada española, con base en A Graña, y de la empresa de arqueología Argos, de la que también forma parte Fernández. En el futuro, con todo, no se cierra la puerta a la financiación pública. "Si después de esta primera búsqueda hay alguna Administración interesada en apoyar el proyecto sería perfecto", comenta.

Las estimaciones del grupo sitúan a La Ragazzona a unos ocho o doce metros de profundidad pero, pese a ser relativamente accesible, no prevén extraer ninguna pieza. Simplemente documentarán el hallazgo y darán parte a la Dirección Xeral de Patrimonio. "Conservar este tipo de descubrimientos en tierra tiene un coste enorme. Al sacarlos de su entorno natural, la velocidad a la que se degradan si no se tratan adecuadamente es muy grande", asegura.

Durante esta semana continuarán las labores de búsqueda. Confiados en que las condiciones meterológicas ayuden, el equipo que dirige David Fernández persistirá en su intento de cerciorar que La Ragazzona, el gigante de la armada española que intentó tomar Inglaterra, descansa en el fondo de los mares de Galicia.