Javier Estrada era consciente de lo que hacía cuando mató a golpes a Alejandro y Adrián, los gemelos de 10 años hijos de su novia, en agosto de 2011 en Monte Alto. De hecho, se mostró "tranquilo" y "coherente" cuando se entregó a la policía. Eso al menos aseguran dos de los agentes del 091 que intervinieron tras el doble crimen y a los que Estrada contó "con todo lujo de detalles" cómo utilizó dos baldas de una estantería para agredir a los pequeños, a los que remató clavándoles el sillín de una bicicleta estática en la cabeza.

"Era consciente del crimen. No se arrepentía porque decía que cuando los niños fuesen mayores se iban a ir contra él", testificó ayer durante el juicio uno de los funcionarios, quien destacó que la madre de los pequeños se mostró "muy fría". El agente también manifestó que Mar Longueira, que se enfrenta a una petición de 11 años de cárcel, confesó que la convivencia con Estrada era "difícil" por sus continuos cambios de humor y sus constantes insultos.

Su versión coincidió con la que ofreció su compañero. "Me llamó la atención lo tranquila que estaba la madre cuando se le comunicó la tragedia. No hacía preguntas ni lloró en ningún momento. Tenía una actitud muy fría y no necesitó apoyo psicológico", subrayó el policía. A preguntas de la defensa de la imputada los funcionarios respondieron que no es descartable que la procesada estuviese en estado de shock.

La versión de los policías contradice la que sostuvo el imputado durante la vista oral, ya que alegó que no se pudo controlar e insistió en que no recordaba nada de lo sucedido. "Cuando me di cuenta, estaban muertos", espetó. Estrada se negó a contestar ante el tribunal de la Audiencia Provincial por qué mató a los pequeños aunque en los testimonios que prestó durante la investigación del caso insinuó que se enfadó mucho porque interpretó que se reían de él cuando les enseñaba a ver las horas en un reloj de cartón.

En la fase de instrucción también confesó que ese día se levantó enfadado porque su compañera sentimental, que cuando sucedieron los hechos trabajaba en un restaurante cercano, se había negado a mantener relaciones sexuales con él.

Estrada se mantuvo impasible durante la segunda sesión del juicio. Cabizbajo y, en ocasiones con los ojos cerrados, apenas hizo ningún movimiento ni levantó la mirada del suelo. Los testigos que desfilaron por la Audiencia mantuvieron versiones muy diferentes. Si bien una vecina del edificio garantizó que nunca había escuchado ruidos ni visto "nada raro", otra residente en el barrio, que aseguró mantener amistad con la madre y haberse quedado al cuidado de los niños, insistió en que Estrada insultaba y agredía a los gemelos con el consentimiento de Mar. La mujer llegó a llamar al teléfono del menor para alertar de la situación.

"Él siempre estaba hablando mal de los niños, decía que eran como animales y les llamaba salvajes. Ella lo sabía perfectamente, pero estaba muy enamorada, veía por sus ojos. En el parque todo el mundo veía cómo él trataba a los niños, pero miraba para otro lado", aseveró la testigo, al tiempo que insistió: "le supliqué muchas veces que dejase a ese hombre".

La abuela de las criaturas y su hermanastro cerraron filas entorno a Mar. Negaron que ella o Estrada maltratasen a los gemelos. Ambos mantuvieron la misma versión: Alejandro y Adrián se pegaban entre ellos y eran revoltosos. El hijo adolescente de la acusada, no obstante, admitió que vio a Estrada tirar de las orejas a los niños y reconoció que no le caía bien porque un día dejó solo a uno de sus hermanos en la calle. "Empecé a ver algo raro que no me gustó", dijo el joven, que confesó que se quedó a vivir en casa de su abuela y que procuraba ir a la vivienda cuando no estaba el novio de su madre. "No quería estar con él, a mí el tío no me caía bien", indicó. El adolescente, sin embargo, justificó la actitud de Estrada, que se enfrenta a 50 años de cárcel.

"Cuando estudiaban los niños, les costaba concentrarse y les reñía. Yo creo que los niños lo necesitaban, eran insoportables y muy rebeldes. Él no lo hacía mal. Con él se les veía bien, más rectos. En general, lo aceptaban", sostuvo el hermanastro de los pequeños.