El inicio de actuaciones sobre vestigios históricos de la ciudad en los últimos meses pone de actualidad el problema de la protección del patrimonio. Tres profesionales especializados en esta materia exponen en esta conversación sus opiniones acerca de qué política se debe seguir para garantizar su conservación.

A. Vigo: El público en general no sabe lo que tiene en la ciudad más allá de la Torre de Hércules y por lo tanto no se identifica con su patrimonio. Por eso, toda la labor que se haga para que el público pueda entender la preocupación para conservar las huellas de su historia, que se centran en la Ciudad Vieja y la Pescadería, siempre es importante, porque puede hacer que a lo largo se vaya recuperando ese tejido. Si la gente no participa y no cree en ello, y si además tampoco se facilita la vida en esos lugares, lógicamente toda esa parte de la ciudad se puede ir muriendo poco a poco.

J. R. Soraluce: Si le preguntas a un coruñés si esta es una ciudad monumental, te dirá que no y que Santiago sí lo es porque no se tiene la sensación de que lo sea. Pero yo no confundiría una ciudad monumental con una con monumentos, porque las hay que los tienen y son horrorosas, pero como tienen una catedral o un castillo espectacular solo con eso se lucen. Aquí pasa al revés, ya que es una ciudad con un estructura urbana muy rica y su riqueza monumental estriba en esa estructura y en la evolución que ha tenido su arquitectura a lo largo del tiempo, que está perfectamente organizada y datada. Yo tampoco veo que a la gente le interese mucho que la Administración invierta en esto, sobre todo en esta época, porque no tiene la imagen de que esta sea una ciudad como Lugo y no le encuentra los valores.

D. F. Abella: Desde el punto de vista arqueológico, esta ciudad adolece, al igual que muchas otras, de falta de conocimiento del patrimonio cultural que tenemos en el entorno urbano y periurbano. No lo conocemos porque son intervenciones arqueológicas muy pequeñas, en solares privados y de carácter muy limitado, pero la gente se lleva verdaderas sorpresas cuando salen a la luz en los medios y descubre que al lado de donde ha vivido toda la vida tiene elementos del patrimonio cultural a los que no se ha prestado atención. A Coruña es una más de las ciudades que tienen este problema, pese a tener una historia rica y mucha información sobre estos elementos que se puede socializar.

A. Vigo: Las administraciones pueden ser reacias a invertir en el patrimonio en esta época, en la que estamos viviendo una crisis profunda que afecta a muchos aspectos de toda la ciudad y que incide sobre todo en las partes más sensibles, que son precisamente los cascos históricos, que no solo tienen que ser conservados, sino que especialmente hay que llenarlos de vida. Si la gente no vive en ellos y se va a la periferia, si no participa del uso continuado de los conjuntos históricos, eso todavía dificultará más el atractivo, así como las ayudas que pueda dar la Administración. Lo ideal sería que hubiera una conjugación de todos los elementos para poner en valor la necesidad de conservar y de vivir en los cascos históricos, pero no es fácil, porque vivir en ellos obliga a abandonar determinados sistemas de vida a los que estamos acostumbrados y que se pueden mantener en la periferia, por lo que habría que actuar no solo rehabilitando casas, sino haciendo una política que lo facilitara y que hiciera ver a la gente que es ventajoso vivir allí pese a que pueda tener algunas carencias, con el fin de que los cascos históricos se vuelvan a poblar.

D. F. Abella: Yo incidiría en si el patrimonio es necesario. Está claro que un hospital es más necesario para la sociedad por tratarse de una necesidad urgente y básica, pero el patrimonio va mucho más allá porque es nuestra identidad, nuestra manera de reconocernos, es nuestro pasado y una herencia cultural que debemos mantener. También hay otra fase que no acabamos de ver clara dentro de una política municipal que es que el patrimonio también da una rentabilidad. Estamos viendo que muchos lugares abandonan la oferta de sol y playa y promocionan su patrimonio cultural para maximizar sus recursos y convertirlos en algo sostenible, así como en un elemento único, ya que cada patrimonio no es más que eso, un elemento único de cada lugar. No debemos caer en la mercantilización del patrimonio, pero sí se le puede sacar un rendimiento.

J. R. Soraluce: Al Ayuntamiento le ha tocado afrontar este problema en plena crisis y ha empezado por algo fundamental que era el Plan Especial de la Ciudad Vieja y la Pescadería, que contendrá todas las figuras urbanísticas necesarias para actuar en esa zona. La estrategia de la ciudad tiene que ir en la dirección de ver cuál quiere que sea su futuro y una de las cosas de las que se habla muchas veces es la de la imagen que se da de la ciudad hacia el exterior, que en A Coruña se ha ido perdiendo, ya que sus dos imágenes clásicas, la de la ciudad y el mar y de la plaza fuerte amurallada han desaparecido, aunque quedan todavía huellas. Hay una necesidad imperiosa de recuperar esas huellas para que la ciudad pueda identificarse de alguna manera con el fin de venderse. La Torre de Hércules por sí sola no creo que atraiga a muchos touroperadores, pero si la ciudad se ofrece como un conjunto patrimonial que tiene una unidad que hoy se ha perdido... Por lo que sé, se están iniciando ya trabajos y además se está haciendo desde el urbanismo, que es lo lógico, por lo que soy optimista y creo que en cuatro años puede haber un cambio.

A. Vigo: Las críticas que se hacen a la conservación de restos históricos no son comentarios que haga toda la gente, porque visto así, el patrimonio más que algo que pueda enriquecerte en un contexto urbano determinado, parece que es una losa con la que no se sabe que hacer. Evidentemente, creo que eso es un error y A Coruña tiene además infinidad de elementos que ha perdido cuya imagen se conserva en fotografías que cuando se exhiben en exposiciones todo el mundo no solo los añora, sino que casi llora al ver lo que ha perdido. Por eso hay que ser consciente de que lo hagamos hoy pueden ser pérdidas para el mañana y de que A Coruña no se puede permitir ya ninguna pérdida patrimonial más porque ha quemado mucho patrimonio. Y estoy de acuerdo en que se puede rentabilizar, porque vamos a muchos sitios por lo que tienen de su pasado. Salvo porque tenga allí un conocido o un familiar, yo solo voy a Ávila por su catedral o su muralla, que seguramente serán incordiantes para algunos abulenses, pero que seguro que si no fuera por ellas casi nadie iría allí. Las galerías de La Marina son un elemento identitario y es verdad que no es fácil vivir en esas casas si no se rehabilitan, pero para la ciudad es un lujo tener eso porque es lo que la diferencia de otras ciudades portuarias.

J. R. Soraluce: Las quejas sobre la conservación de restos como los de O Parrote son comentarios interesados. No se puede decir que el patrimonio es un estorbo.

D. F. Abella: Nosotros escuchamos muchas veces esos comentarios, pero el patrimonio nunca debe ser un freno de un desarrollo urbano. Puede suponer un retraso en alguna obra, pero en líneas generales nunca es un freno para el urbanismo, porque la arqueología sirve para recuperar nuestro pasado y luego, si lo hallado no tiene la importancia suficiente como para ser conservado, simplemente se documenta. El problema es que vivimos de la herencia de O Parrote, de la imagen de que el patrimonio frena el desarrollo de la ciudad y la creación de puestos de trabajo, por lo que creo que hay que hacer ver a la sociedad hasta que punto es importante ese patrimonio y explicar las intervenciones que están retrasando el desarrollo de una calle o un aparcamiento, de forma que se vea que se trata de nuestra herencia y que es de todo el mundo, que no es algo que solo se mete en cajas. Yo creo que nos va a costar mucho tiempo conseguir que el patrimonio tenga otra vez una imagen positiva.

J. R. Soraluce: Cuando se termine el proyecto de O Parrote yo creo que la desaparición del tráfico va a notarse una barbaridad y que va a haber un desplazamiento de la zona de ocio de la ciudad hacia allí, de forma que el paseo marítimo va a perder importancia y que seguramente aparecerán terrazas por allí, que es uno de los objetivos que tiene el proyecto municipal junto con el de la integración de los elementos históricos que hay allí para conseguir una convivencia entre los ciudadanos y su pasado. Yo también querría relacionar el problema de A Coruña y su patrimonio con el tipo de ciudad que tenemos, porque tiene una arquitectura muy frágil por el uso de malos materiales en los edificios, lo que la ha llevado a cambiar de imagen cada 200 años. La parte histórica de la ciudad es en la que se necesitan más ayudas y es en la que hay rentas más bajas, lo que hace imposible que sus propietarios acometan por sí mismos la rehabilitación del patrimonio, lo que es un problemazo. La Administración no se puede poner a rehabilitarlo todo y las ayudas públicas no llegan para todo, y además no creo que un promotor pueda afrontar la reforma de una casa solo con esa ayuda. Por eso me parece que la Administración está haciendo lo correcto, que es actuar en puntos significativos de la ciudad para regenerar su tejido urbano, como O Parrote o la Coraza de Riazor para que la gente aprecie lo que se hace allí y se sienta orgullosa de lo que se va haciendo poco a poco.

A. Vigo: Y estamos en lo de siempre, que la gente necesita conexión a internet, un garaje, un ascensor... es decir, vivir en la época que le toca vivir. Y a lo mejor no se adapta a vivir con facilidad en un caserío que tiene un parcelario con origen en la Edad Media, lo que complica las cosas. Por eso, para que no todo se pierda hay que poner en valor determinados contextos que pueden resultar atractivos. En cualquier caso, yo creo que en estos momentos es más importante no perder los cascos históricos, que son las imágenes de toda la vida de las ciudades en las que vivimos, porque muchas tienen este mismo problema, el de un casco histórico que en muchas ocasiones está arruinado, como sucede con Ferrol Vello, que no es que esté viejo, sino que está arruinado literalmente. La política de ayudas tiene que cambiar para que no solo se facilite la rehabilitación sino que además se pongan impedimentos para construir en la periferia, de forma que sea más atractivo y económico vivir en los cascos históricos, aunque sea a costa de perder determinadas cosas a las que está acostumbrado fuera. A lo mejor eso equilibra la situación, porque es muy difícil luchar contra una oferta de viviendas con todas las comodidades.