Al director Jess Franco le encantaban los seudónimos. De hecho, el considerado como "padre del Cine B español" se llamaba Jesús o, al menos, eso es lo que se cree. En los créditos de 72 de sus doscientas películas suele aparecer Robert Foster, un hombre de pelo blanco y sonrisa de Hollywood que responde al nombre de Antonio Mayans. Al encuentro con este diario aparece con una larga gabardina negra en la mano a pocos días de terminar el verano. No es cuestión climática ni estética, sino su elemento indispensable para convertirse en Al Pereira, un detective "fracasado, cómico y patoso".

"Aprovechamos para rodar un par de escenas en María Pita", responde el actor valenciano, que figuró en títulos como El Cid o Rey de Reyes. Está en A Coruña para participar en el Festival de Cinema Fantástico Freakemacine, que esta noche a las 23.00 horas proyectará en los cines Filmax el estreno gallego de la cinta Al Pereira vs. The Alligator Ladies, última película, en vida, de Jess Franco. En vida, porque lo que Mayans está haciendo en la ciudad -además de formar como invitado del festival- es filmar la secuela La venganza de las Alligator Ladies. "Lo que había dejado Franco era insuficiente para llegar a cortometraje", lamenta, por lo que ahora va sumando escenas allá donde ve posibles localizaciones para dar como resultado una película codirigida por él y Jesús.

El cineasta es continuador de la producción del Goya de honor, aprovechando cualquier oportunidad para subirse la cámara al hombro. "Si Jesús veía que llovía, era una maravilla. Si hacía sol, también era una maravilla", relata Mayans, que veía cómo Franco variaba su guión improvisadamente en función de las circunstancias. "El público nunca ha leído el guión, pero el director se cree que sí", sentencia. El actor considera que ese fue el método que impidió el éxito y reconocimiento de Jess en España frente a su reputación en países como Alemania, Francia o Inglaterra. "Hay mucha gente en el exterior a la que le gusta mucho la sinceridad, claridad o espontaneidad de sus películas", mientras que la crítica y el público español estaban más acostumbrados a "guiones encorsetados".

Antonio comenzó su transformación a Foster en 1976 con La noche de los asesinos, basada en El gato y el canario, de Edgar Allan Poe. "Me mandó llevar una camisa blanca, pantalón negro y me colocó al lado de una piscina tocando la guitarra", un anacronismo que recuerda sonriendo. El guión tenía una duración de cuatro semanas, pero el rodaje fue de solo dos. En ese período, Franco se sacó tres películas de la chistera. "A los demás actores les molestó, a mi me encantó".

La primera proyección de Al Pereira vs. The Alligator Ladies no contó con la presencia de Jess. Mayans lo llamó para contarle "las risas, insultos y aplausos" de los asistentes. El octogenario director entendía el cine como un arte en el que el público no era un mero espectador. Sonrió y aseguró a su interlocutor que al día siguiente se pondrían a rodar la nueva película. Horas más tarde sufriría un ictus que acabaría con su vida. "Lo que más me alegra es que se fuese con la sensación de seguir haciendo cine", apunta su amigo Robert Foster.