-En su conferencia habló sobre comunicación y la lucha que se muestra en los medios entre Occidente y Oriente. ¿En qué medida han influido en la visión que tenemos del mundo árabe?

-Ha tenido un papel fundamental siempre. A partir del 11-S, y con las invasiones de Afganistán e Irak, hay una tendencia de los grandes medios por identificar siempre el islam con el terrorismo, en eso que desde los 90 Huntington llama confrontación de culturas, que viene a sustituir la confrontación de bloques ideológicos.

-¿Siempre son directrices de los grandes medios?

-No es que haya siempre directrices, que las hay, pero también existe una acumulación de clichés históricos de los que muchos periodistas se convierten en inconscientes herederos, por falta de conocimiento, porque hay pocos periodistas desplazados a la zona y porque los que van no conocen la lengua. Pero allí donde hay cuestiones graves y serias de estado hay unos consejos de redacción que eligen hacerse cómplices de esos clichés.

-¿Influyen las condiciones en que trabajan estos periodistas o no?

-Sí que tiene que ver. Yo que vivo desde hace 25 años el mundo árabe, compruebo cómo la mayoría de los periodistas que llegan no conocen la lengua, no tienen ninguna familiaridad con el país y reciben los contactos de la agenda de otro periodista. En esas condiciones es muy difícil proporcionar información veraz. Y cuando no tienes información veraz hay un recurso de pereza que es evidente y es el de identificar lo que está ocurriendo con lo que tú ya crees saber, eligiendo aquellos aspectos de la realidad que encajan con esa visión de los musulmanes como personas ultrarreligiosas que maltratan a sus mujeres.

-¿Hasta qué punto la islamofobia es algo extendido en nuestro tiempo?

-Está muy arraigado. Incluso entre la izquierda que ha denunciado durante muchos años la islamofobia, hoy es algo extendido, mitad por desconocimiento mitad por una especie de desconfianza histórica hacia el mundo árabe y musulmán.

-Regímenes autoritarios hay muchos en el planeta. ¿Qué condiciones hicieron posible que las revueltas se focalizasen tanto en el mundo árabe?

-A diferencia de América latina, el mundo árabe seguía petrificado bajo la losa de la guerra fría y las revoluciones árabes han sido como una especie de deshielo de esa etapa. Todos los regímenes de la zona son dictaduras, unas más y otras menos funcionales a las potencias excoloniales de occidente, pero todas ellas con características comunes. Dictaduras muy autoritarias, controladas por familias mafiosas y que, en los últimos años, todas ellas, incluso Gadafi o Bachar Al Assad, han aplicado políticas neoliberales que han empobrecido al conjunto de la población.

-En uno de sus artículos se refiere a lo que ocurre en Egipto como "un estado de excepción revolucionario sin revolución".

-La condición para que haya democracia en el mundo árabe es la integración de los islamismos moderados, de los Hermanos Musulmanes en sus ramas locales. Parecía que podía ocurrir que llegasen gobiernos islamistas democráticos y que, con normalidad, se desgastasen y dejasen abiertas otras opciones. Pero en Egipto ha ocurrido lo peor. Un extraño golpe de estado posmoderno en el que millones de personas dan pie a que un ejército terrible y feroz dé un golpe de estado. Ahora ya solo se vive un estado de excepción. Ha habido un golpe de estado antiislamista, preparado por un ejército que controla el 40% del PIB egipcio.

-¿Qué lectura hace de lo que ocurre en Siria?

-Es un gran desastre en el que es muy complicado encontrar una solución. En cualquier caso, una intervención de EEUU solo agravaría las cosas y legitimaría a la dictadura de Al Assad. Yo soy completamente contrario a cualquier intervención. Creo que EEUU nunca ha querido intervenir realmente porque ni ellos ni Israel quieren que haya democracia en Siria y tanto Al Assad como Occidente han jugado a prolongar el conflicto y sectarizarlo. Ahora parece que hay solo dos grupos, que es lo que quería Al Assad, convencernos de que solo estaban él y Al Qaeda, cuando es absolutamente falso.

-¿Qué ocurre dentro de los heterogéneos rebeldes?

-A medida que se ha ido agravando el conflicto los sectores democráticos laicos han ido perdiendo terreno frente a los islamistas más radicales. Pero no porque el pueblo sirio sea yihadista, sino porque son los únicos que pueden proporcionar una victoria militar. Se ha abandonado a los sectores laicos democráticos y de izquierdas, algunos de los cuales, ha salido en un informe, se ponen a sí mismos un nombre islámico para tener financiación.

-Ha acusado a la izquierda española de, en muchos casos, ser simplista a la hora de analizar lo que ocurre en esos países.

-La derecha siempre ha sido simplista y lo grave es que la izquierda lo está siendo tanto o más. El Pentágono seguro que hace análisis mas complejos que ciertos sectores de la izquierda que están aplicando esquemas de guerra fría ignorando la realidad que se vive sobre el terreno.

-Pese a la lejanía, ha sido de los pocos que desde fuera de Galicia ha opinado sobre la condena de cuatro independentistas gallegos por integrar un supuesta banda armada denominada Resistencia Galega. ¿Qué opinión le merecen estas sentencias de la Audiencia Nacional?

-Es gravísimo. Eso tiene que ver con una legislación antiterrorista de excepción que se ha aplicado durante años en el País Vasco y que ha llevado a la cárcel a gente inocente que en cualquier otro lugar del Estado español habría sido penalizada apenas con multas o unos meses de cárcel. Y de pronto, esa legislación terrorista los convierte en delitos con condenas de 10 o 18 años de prisión, de los que son víctimas jóvenes cuya vida queda destruida y jóvenes que, insisto, son los más conscientes, cultos y sensibles. Lo que hay de fondo es una criminalización de un proyecto político. Y eso dice mucho acerca de los límites democráticos y políticos de un Estado que se dice de derecho.

-Hay quien, desde extremos opuestos, compara lo que ocurre en Galicia con lo ocurrido en el País Vasco. ¿Llega hasta ese punto?

-Son mecanismos de criminalización general de cualquier opción alternativa, ya sea independentista o antisistema. Lo que debería darnos miedo es que todos podemos ser víctimas. Se trata de una legislación de excepción potencialmente aplicable a cualquiera, que nos convierte en ciudadanos en libertad provisional.