Nací en la localidad lucense de Ombreiro, donde vivían mis padres, Domingo y Concepción, de quienes fui su único hijo. Cuando yo tenía siete años nos trasladamos a vivir a esta ciudad, por lo que me consideró un coruñés más. Nos instalamos en la calle Francisco Catoira, si es que se le podía llamar calle, ya que a finales de los años treinta solo había tres casas y todos los alrededores eran huertas y campos y la zona no comenzó a asfaltarse hasta principios de los cincuenta.

Recuerdo que cuando llegamos a la ciudad desde la ventana de mi casa se podía ver la fábrica de zapatos de Ángel Senra, que aún funcionaba, y que en aquella época daba trabajo a muchos coruñeses en la fabricación de calzado para el Ejército, aunque cerró poco después de terminar la guerra. En mi calle tenía como amigos a 3 y su hermana Chiruca, Mari y Finita Borrego, Lucho Expósito, Pacucha, Mari Loli, las hermanas Teresa y Mercedes, Loli, Conchi Fernández, Antoñito Blanco y su hermana Chuchita, Miro, Nito, Ana Pan, Pepe Saavedra, Lela, Antonio el barbero y sus hijos, así como los señores Amadora y Daniel, que tenían una pequeña tienda en cuya puerta solíamos reunirnos y que siempre se portaron muy bien con nosotros.

Mi primer colegio fue el Dequitd, donde tuve como compañeros a los hermanos Barbeito, Herminio Carballido, Raúl Alfonso, Juan Sánchez Lebón, Braulio Cucarella, Alberto Dequidt e Isidro Calvete. Guardo un gran recuerdo de mi paso por ese colegio, ya que fui un buen estudiante al que también le gustaba disfrutar de la vida y las diversiones.

Cuando iba andando al colegio solía encontrarme con otros compañeros, con los que pasaba entre las huertas y montes de la zona, ya que cerca del colegio se estaban construyendo las casas baratas de sindicatos en lo que sería la ronda de Nelle. Recuerdo que las obras de aquellos edificios estuvieron paradas mucho tiempo, por lo que los chavales solíamos subirnos a sus estructuras y jugar en ellas, así como en el lavadero de Nelle. Cuando jugábamos a la pelota en la calle solía aparecer el párroco de San Pedro de Mezonzo, José Toubes, para llevarnos a todos los chavales al catecismo. Él mismo abrió un bajo en la calle San Luis para iniciar la actividad de lo que luego sería la parroquia de San Rosendo.

También recuerdo lo grande que era el cierre del colegio Dequidt, llegaba desde el monte de Santa Margarita hasta la calle Juan Flórez, que aún tenía poco tráfico y donde había chalés de personas conocidas en aquellos años. Nuestros juegos consistían en tener mucha imaginación y en aprovechar las pocas cosas que teníamos entre todos para jugar por los campos de Vioño, Ángel Senra, O Pedroso, La Peña, la Granja Agrícola y la estación de Santiago. Muchas veces hacíamos excursiones hasta los primeros túneles de las vías, donde esperábamos a que pasaran los trenes en las garitas que había en el interior y aguantábamos el humo que echaban las máquinas de vapor. En otras ocasiones hacíamos el recorrido por los túneles con bicicletas que alquilábamos cerca de casa, ya que en aquel tiempo solo existía una vía y dentro de los túnes había bastante sitio para pasar.

En el barrio había un señor, al que llamaba el Senra, que proyectaba películas en plena calle, para lo que colocaba una sábana en la pared de una casa y al terminar la proyección pasaba la gorra para que desde las casas le tiraran monedas. En verano solíamos acudir a las playas del Lazareto, las Cañas, la Barra y Santa Cristina, y cuando no teníamos ganas de andar mucho nos quedábamos en las escaleras de los muelles del Este y Calvo Sotelo para bañarnos allí.

Tengo un gran recuerdo de las fiestas de las calles San Luis y Vizcaya y de los cines de barrio que nos hicieron felices a los chavales, como el España, Doré, Monelos e Ideal, así como los del centro, como el Avenida, Savoy, Colón y Coruña, además de los paseos por la calle Real, donde los chicos y chicas nos dedicábamos a gastar las suelas mirándonos unos a otros.

A los catorce años nos mudamos a la calle Historiador Vedía, muy cerca de la cantera de Santa Margarita. En ese monte había en aquellos años una emisora de Radio Nacional instalada en dos camiones alemanes de la Segunda Guerra Mundial con una antena muy grande. En esa época comenzó mi vida laboral en una empresa de seguros de la que pasé a un laboratorio cuyo jefe, Florencio Pujol, era el padre de Jordi Pujol, que aún no había iniciado su carrera política. Posteriormente fui jefe de área para toda España de una empresa farmacéutica sueca durante 35 años, hasta que me jubilé.

Al mismo tiempo que mi actividad laboral empecé a practicar atletismo gracias a un curso de gimnasia al que me apunté con mi amigo Ramón Iglesia. Al curso, que impartían Manuel Fraga Ferrand y Ramón Vidal Barja con la ayuda de Gregorio Pérez Rivera, asistieron unas 600 personas y del mismo salieron muy buenos atletas. Yo destaqué en el medio fondo, donde tuve como compañeros a Genaro Graña, Benito Martín, Jorge Doncel, Luis Martínez, Ramón Tasende, Isidro Hornillos y Ramón Orjales. Más tarde fui directivo de la Federación Coruñesa de Atletismo y luego de la Gallega, de la que fui presidente durante 22 años.

Me casé en 1968 con Estrella Salvadores, quien también fue atleta con un grupo de amigas que fueron pioneras de este deporte en la ciudad. Con ella tuve seis hijos, una de las cuales, Teresa, ya nos ha dado un nieto, llamado Lucas.

A petición de José Manuel Romay Beccaría, me presenté a las elecciones municipales de 1987 resulté elegido concejal en las listas del Partido Popular. A propuesta de Francisco Vázquez, fui elegido representante del Ayuntamiento en Emalcsa, lo que fue la única concesión que hizo el alcalde a nuestro grupo en toda la legislatura.