Era el 1 de octubre de 1913, las mulas que tiraban de los tranvías llevaban casi diez años recorriendo las calles de la ciudad, de dos en dos o de tres en tres cuando tocaba subir la cuesta de Panaderas para llegar a la plaza de España. Aquel día todo cambió, se cumplió uno de los objetivos fundacionales de la Compañía de Tranvías (1900), el de electrificar las líneas y llevar a A Coruña lo que, para entonces, se consideraba un símbolo de "modernidad" y de "prosperidad".

La línea que unía Puerta Real con la estación de ferrocarril y Monelos y la que iba desde las cocheras hasta la plaza de Mina condenaron al paro a cuarenta mulas, que fueron puestas a la venta. La compañía mantuvo a once animales más, para seguir dando servicio a todos aquellos usuarios que tomaban el tranvía para ir a San Andrés o a Riazor. Las reses trabajaron en estos tramos hasta el 15 de mayo de 1921, cuando se completaron los trabajos de electrificación en la ciudad y se empezó a trabajar ya en el siguiente paso, el de ampliar el servicio para llegar hasta Sada.

A Coruña quiso apostar fuerte por este modelo de transporte, así que compraba la parte mecánica al gigante Siemens y, todo lo demás, venía de los talleres de "los mejores fabricantes de tranvías de España, Carde y Escoriaza", según recuerda el extrabajador de la compañía e investigador del transporte en la ciudad, Carlos Pérez. Pero A Coruña no fue la primera en subirse al carro de la modernidad, tomó ejemplo de otras ciudades. "En Bilbao ya habían electrificado las vías antes de que empezase el siglo XX", explica el jefe de servicio de movimientos de la Compañía de Tranvías, Manuel Freire.

Esta actuación hizo que el servicio fuese mucho más rápido y más fiable y es que, se quedaron atrás las manos levantadas para pedirle al conductor que tirase de las mulas para que los usuarios pudiesen subirse en cualquier punto del trayecto. Con la entrada en funcionamiento de estos nuevos tranvías, se instalaron también paradas fijas y se establecieron horarios aproximados para la llegada y la partida de los vagones.

Llegó el 1 de enero de 1923 y, con él, la inauguración del tranvía a Sada, el conocido como el Siboney, por la publicidad que portaba en su carrocería, y también la división por clases, algo que los vagones tirados por mulas no conocían.

"Había mujeres que venían a primera hora de la mañana a vender sus productos de la huerta a A Coruña, en segunda clase, y señoras que iban hasta Sada para pasar el día en el campo, en primera, claro", comenta Pérez, que recuerda que el primer vagón del servicio de la mañana era de mercancías. Tan solo dos años después de que se inaugurase el Siboney, se lanzó su primera oferta comercial, por cinco pesetas, los clientes podían ir hasta Sada, almorzar en La Terraza y volver a A Coruña.

Era una hora y media de camino pero, para los vecinos de la época, suponía la posibilidad de poder vivir en Sada y trabajar en A Coruña. Cuentan Freire y Pérez que los tranvías estaban tan metidos en el día a día de la ciudad que, cuando había apagones, se dispersaban los vagones para dar luz a los vecinos con sus faroles encendidos.

En este boom de los transportes y durante aquellos "felices años veinte", la Compañía de Tranvías participó en un proyecto que pretendía unir A Coruña con Santiago mediante vías estrechas electrificadas, pero esta propuesta nunca llegó a hacerse realidad, entre otras razones, quizá porque en los años treinta llegó la guerra y, con ella, la carestía de materiales para reparar cualquier cosa que se estropease. "Hubo una riada que se llevó por delante el puente de O Burgo, hicieron uno provisional y la gente cruzaba andando, y se subía a otro tranvía cuando llegaba al otro lado", explica Pérez.

Los trolebuses llegaron a la ciudad en 1948. El primero unía la plaza de Pontevedra y Monelos. Una de las principales razones de la desaparición del tranvía fue que el trolebús se consideraba más avanzado y moderno. Hay otra teoría y es que el Estado daba ayudas para comprar trolebuses Pegaso, algo que acabó con el tranvía en la ciudad en julio de 1962.

La llegada de los troles fue paulatina, se retiraban las vías, se quitaba la electrificación y se reponía el firme. Por las calles de la ciudad circulaban trolebuses que ya habían recorrido Londres durante años, con sus dos pisos y sus cristaleras, pero fueron sustituidos, en los años setenta, por unos primos hermanos, los autobuses. El reto ahora está en conseguir que la flota no deje huella, que contamine lo menos posible, por ello, la Compañía de Tranvías va renovando poco a poco sus vehículos. Ahora estudia integrar unos nuevos coches que contaminan 76 veces menos que algunos de sus antiguos buses. El tranvía volvió a circular en 1997 por el paseo marítimo, pero con uso turístico.