Fue el 22 de enero de 1964. Aquel día, por primera vez llegó a A Coruña un petrolero para vaciar sus tanques en la refinería que estrenaba, para entonces, su actividad.

Según recuerda el historiador Alfonso González Catoyra en su Cronología Coruñesa 1901-1993, el petrolero español Valmaseda traía en sus bodegas 18.000 toneladas de crudo, procedente de Libia. El petróleo se trasladó hasta las instalaciones de la refinería a través del oleoducto que recorre la ciudad y, a partir de las cuatro de la tarde, comenzaron los trabajos para refinar el crudo. Mientras, en el Ayuntamiento de A Coruña se le ofrecía una recepción al embajador de Libia en España, Adbelsafi Es-Sanín. El alcalde, desde el 13 de agosto del año anterior, era Eduardo Sanjurjo de Carricarte.

A pesar de que la actividad de la refinería comenzó en el mes de enero, con la llegada del petrolero Valmaseda, las instalaciones de la factoría no fueron inauguradas hasta el 11 de septiembre de 1964 y las obras no se acabaron hasta el mes de febrero, poco después de su primera operación comercial.

La refinería se construyó en 19 meses y contó con un presupuesto de 1.800 millones de pesetas. La planta ocupaba, entonces, cien hectáreas en lo que era una zona despoblada, un valle agrícola, y casi la décima parte se construyó en terreno ganado al mar. En las obras trabajaron una media de 1.750 obreros. Sus tanques de almacenaje tenían una capacidad total de 854.000 barriles -135.500 metros cúbicos de crudo- y, a pesar de que su límite inicial de refinado era de 1,2 millones de toneladas anuales, la cifra se aumentó hasta los dos millones incluso antes de que se acabasen las obras, en febrero de 1963.

El 18 de marzo de 1964 otro barco español, el Campante, embarcó la primera producción de gasoil de la refinería coruñesa. Fueron 10.000 toneladas de líquido que se trasladaron al puerto de Gijón.

El encargado de inaugurar la factoría fue el, para entonces, jefe de Estado, Francisco Franco, que acudió a Bens acompañado por una delegación de más de 600 autoridades, entre ellas, el arzobispo de Santiago, Fernando Quiroga Palacios, que fue el responsable de bendecir las instalaciones de la Compañía Ibérica de Petróleos. Estaba también el hermano del caudillo, Nicolás Franco, que era consejero de Petroliber. La refinería contaba también con un oleoducto con ocho tuberías por los que se transportaban los crudos y los productos ya procesados que medían casi seis kilómetros y que conectaban las instalaciones de Bens con la terminal marítima.

Con la llegada del petrolero Valmaseda se iniciaron cincuenta años de trabajos. Repsol es ahora la titular de la factoría y ha firmado un acuerdo con la Autoridad Portuaria para trasladarse al puerto exterior de punta Langosteira en un plazo máximo de cinco años.

Repsol recibirá una compensación de 24 millones de euros y se compromete a realizar una inversión superior a los 124 millones de euros para operar en la nueva dársena.

Han pasado cincuenta años y cuatro ampliaciones de la refinería, ahora se mueven por el oleoducto siete millones de toneladas anuales de crudo, gasóleo y gasolina. Atrás, aunque imborrables, quedan los recuerdos del petrolero Urquiola (1973), que vertió 100.000 toneladas de petróleo al mar, y el del Mar Egeo, ardiendo a los pies de la torre de Hércules.