-Barrios como el Agra do Orzán, Sagrada Familia y Labañou son los que más porcentaje de población extranjera reciben. ¿Por qué se da este fenómeno?

-El principal factor es el económico. Se están instalando en viviendas ubicadas en barrios donde hay un nivel socioeconómico medio o bajo, lo que también determina su integración con el resto de la ciudad. Barrios como la Sagrada Familia han sido muy espoleados por el desempleo y las drogas desde los años 80. Esta circunstancia también explica que aquí se encuentren las viviendas más baratas y asequibles para la población extranjera. Y la vivienda es un elemento fundamental a la hora de determinar la integración.

-¿Los inmigrantes han tenido problemas de acceso a la vivienda por el hecho de ser extranjeros?

-Sí, esta ha sido una cuestión delicada. En España existen muchos prejuicios en torno a la población extranjera. Si unimos esto a la falta de una cultura del alquiler, el factor vivienda sí que ha sido un problema de integración. Hemos ido mejorando un poco con los años pero es una cuestión relevante. Nadie es racista hasta que se ve en la situación de que tiene que alquilar su vivienda a un extranjero.

-¿Hay buena integración de las comunidades migrantes en estos barrios?

-El término integración afecta a muchas categorías y también depende de la nacionalidad de la que estemos hablando. No se puede generalizar. En este sentido, sí que creo que hay que destacar el trabajo de acogida e integración de algunas asociaciones del tercer sector, como Ecos do Sur, Equus Zebra y Ecodesarrollo Gaia. Se están ocupando mucho de la acogida de la población extranjera y de favorecer su integración en el entorno y lo han hecho bastante bien.

-¿Qué opinión le merecen las políticas públicas de integración de los extranjeros?

-En general en España, la administración pública, estatal, gallega o local, ha delegado esa política de integración en las organizaciones del tercer sector. Dependía del buen hacer y de la capacidad de trabajo de estas asociaciones, ya no solo en la gestión de la integración sino también en los programas de empleo, la formación continua a lo largo de su vida laboral o la capacidad para regularizar sus papeles. En este sentido, ¿ha fallado la política pública de la población inmigrante? Es que realmente la política se ha basado en delegar este trabajo a los sindicatos, a los centros de extranjería y a estas organizaciones.

-Hablando de vida laboral. ¿Existe algún sector en el que se concentre el trabajo de los migrantes?

-Podríamos decir que hay cuatro sectores: servicio doméstico, construcción, hostelería y agricultura. Son los puestos de trabajo menos remunerados y los más irregulares. Y de esta integración irregular se benefició todo el mercado laboral español. Hubo gente que podía contratar mano de obra más barata pero también se beneficiaron el resto de españoles. Tenemos que darnos cuenta de que cuando más población inmigrante había en el país, más población ocupada había en el país. Algunos informes estiman que la mayor empleabilidad de las españolas fue posible gracias a las empleadas del hogar, que alivian las tensiones en los hogares y ayudan a cuidar a las personas dependientes de las que no se ocupa el Estado.

-¿La llegada de la crisis y el incremento de los índices de exclusión han aumentado la conflictividad en los barrios con alta presencia de extranjeros?

-No, lo cierto es que han tenido una capacidad de supervivencia y adaptación muy elevada en la crisis. Puede haber pequeñas tensiones pero no ha habido grandes conflictos de exclusión, más bien al contrario. Parece que se han adaptado a la situación, aunque en algunos casos minoritarios hayan optado por abandonar el país. Esto denota que se han asentado muy rápidamente. Sí es cierto que puede haber alguna competencia entre población de aquí y extranjera en sectores muy determinados como el del servicio doméstico.

-¿Existe el riesgo de que el aumento de las desigualdades dé pie a algún estallido como los de hace años en Francia?

-Yo creo que no, al menos en el corto plazo. Hay una diferencia importante y es que allí hay muchos más inmigrantes y hay barrios alejados del perímetro urbano en los que prácticamente solo vive población extranjera. Aquí la situación es diferente. Son menos y viven en barrios en los que residen con población autóctona, por lo que el contacto hace que este tipo de brotes contra la población nacional sean mucho menos probables. Aquí están también en una fase de asentamiento. Es totalmente diferente.

-¿Cómo se pueden crear espacios de interactuación entre población local e inmigrante? A veces parece que viven en compartimentos estancos, sin compartir espacios.

-No conozco ninguna experiencia en concreto, pero creo que, en general, falta información a la población del barrio. Sí que es cierto que hacen falta más espacios de interacción pero es muy difícil. Personalmente, creo que la sensibilización con la situación de los extranjeros tiene que partir de un sistema educativo que nos permita ver la interculturalidad como algo positivo. Pero es muy difícil hacerlo cuando en los medios se reproduce un discurso criminalizador hacia la población de fuera. Entonces, a pesar de que somos un país que ha mandado mucha mano de obra al extranjero, no hemos sido capaces de convivir e interaccionar al 100% con vecinos de otros países.