Las olas traspasaron ayer la barandilla del paseo marítimo para mojar la calzada y las aceras frente al hotel Riazor en los momentos más intensos de la alerta roja por temporal que afectó a la ciudad y la comarca. La invasión del mar se produjo sobre las cinco y media de la tarde, cuando la coincidencia de la pleamar con las mareas vivas acentuó la virulencia del oleaje. La duna formada horas antes en la playa por una máquina para evitar que las olas rebasasen la protección de piedra no pudo contener la fuerza del mar.

El oleaje también se comportó de forma agresiva en Adormideras, donde el agua pasó por encima de los muros y salpicó aceras y calzada, y en la cala de San Roque. También chocó con impacto en el espigón del puerto exterior, según informaron fuentes que participaron en el dispositivo especial de seguridad formado por 78 personas, quienes añadieron que no se produjeron daños en el mobiliario urbano.

Una hora después de que las olas salpicasen el paseo el tráfico quedó cortado desde la calle Modesta Goicouría hasta el colegio de las Esclavas para los vehículos que se dirigían hacia el Palacio de los Deportes y el estadio de Riazor, que tuvieron que desviarse hacia la plaza de Pontevedra y tomar Médico Rodríguez. Esta medida originó atascos y larguísimas colas de coches hasta el hotel María Pita.

Los bomberos, que establecieron un retén en la coraza y otro junto a las Esclavas, limpiaron la calzada de arena y baldearon el agua cuando la marea bajó y el tráfico ya no estaba bloqueado. "Todo salió perfecto", afirmaron fuentes policiales. A las cuatro y media de la madrugada, cuando hubo otra pleamar, se montó en el paseo otro dispositivo menos numeroso, de 45 personas.

La furia con la que el mar se comportó, especialmente entre las 17.00 y las 19.00 horas, movilizó los equipos de seguridad, que cortaron los accesos a las playas y los tramos que pudiesen verse afectados por las olas. Y aunque el Concello recomendó no acercarse a la costa para evitar situaciones de peligro, la advertencia no hizo mella suficiente, ya que fueron numerosos los ciudadanos que, pese a ser alertados por los agentes, se acercaron al mar para hacer fotografías.