Nací a comienzos de los años cuarenta en una familia formada por mis padres, Manuel y Nieves, y mis seis hermanos, que nacieron todos aquí, mientras que yo lo hice en Monforte de Lemos porque mi padre, que era maquinista de ferrocarril en la empresa Caminos de Hierro del Norte de España y luego de Renfe, fue destinado allí durante un tiempo. En 1939 mi padre evitó una gran tragedia al impedir el choque y descarrilamiento del expreso a Madrid en la estación de Oza, donde otro tren entró en la misma vía por equivocación, aunque él fue capaz de poner su máquina en marcha y sacarlo de esa vía antes de que llegaran a colisionar. He escrito una biografía de él que está depositada en el Museo del Ferrocarril de Madrid y me encuentro a la espera de que el Ayuntamiento le dedique una calle por su actuación.

Otra curiosidad de mi padre es que en los años treinta participó, junto con otros compañeros de profesión, en una novillada en la plaza de toros para recaudar fondos a beneficio del colegio de huérfanos de la Asociación General de Empleados y Obreros de los Ferrocarriles de España.

Inicié mis estudios en Monforte y los concluí aquí a los dieciocho años, edad en la que obtuve el título de maestro industrial, tras lo que fui voluntario al servicio militar en el Regimiento de Infantería Zamora, en el que participé en competiciones deportivas y en el que hice buenos amigos. Mi juventud la pasé entre la casa de mis padres, que vivían frente a los depósitos de la Campsa, y la de mis tíos José y Gloria, que residían en Os Castros. En aquellos años tuve como compañeros de pandilla a Elías García, José Eduardo, Chelo, Guillermo Otero, José Pallarés, Elvirita, Lorenzo, Marcos, Román y Marisa.

Nuestras diversiones consistían en acudir a las fiestas y bailes de los alrededores de la ciudad, como El Seijal, donde vi actuar a Pucho Boedo, o A Revolta, mientras que aquí solíamos ir al Finisterre, el Casino, La Granja y el Playa Club. También lo pasábamos muy bien recorriendo los fines de semana las calles de los vinos, donde casi todas las consumiciones las pagábamos a escote, y donde parábamos en La Codorniz, Siete Puertas, Otero y Copacabana, mientras que nuestros cines preferidos eran el Equitativa, Alfonso Molina, Gaiteira, Avenida, Goya y Kiosko Alfonso.

A los veintiún años aprobé una oposición para el Cuerpo Nacional de Policía y como a todo novato, los primeros años tuve que pasarlos en diferentes ciudades, como Bilbao, Madrid y Sevilla, hasta que finalmente regresé aquí, donde desarrollé el resto de mi vida profesional. En esos años practiqué diferentes actividades culturales y artísticas y además quise prestar servicio a la ciudad como encargado del Gabinete de Planimetría de la Jefatura Superior de Policía, para lo que realicé el Plano, Guía y Callejero de la ciudad en 1989, que fue financiado por Caixa Galicia y cuyo prólogo fue escrito por el alcalde Francisco Vázquez. En 1995 volví a editar esta obra, con otro prólogo del alcalde, así como de Camilo José Cela y del cronista coruñés, Juan Naya Pérez. Recuerdo que el Ayuntamiento adquirió 2.000 ejemplares y los utilizó para las oposiciones al Cuerpo de Bomberos, tras lo que autoricé al Ayuntamiento a realizar un resumen del libro para el uso exclusivo de la Policía Local.

En 2003 fui elegido para representar a la Jefatura Superior de Policía en la cabalgata de Reyes junto con miembros de la Policía Local y la Guardia Civil, por lo que participamos en el desfile que acabó en la plaza de María Pita, donde fuimos recibidos por el alcalde y una gran multitud de niños. Desde mi juventud tuve afición por tocar la guitarra y la pandereta, así como por la pintura, a lo que ahora uno mis paseos por la ciudad con mi actual esposa, Dolores Paz Soto, y su hijo Hugo, además de mis encuentros con mis antiguos amigos, con quienes organizo comidas en las que recordamos los viejos tiempos y la gran diferencia que existe entre la ciudad que conocimos y la actual, que se ha hecho más moderna y cosmopolita, gracias también a los éxitos del Deportivo.