El joven director, Piero Lombardi (24 años), hijo de padre italiano y madre coruñesa, recibió su primera formación musical en La Coruña, donde vivió -y adonde retorna siempre que puede- hasta que hubo de desplazarse al extranjero para completar su formación. Primero en Zürich y ahora en Manchester, como asistente de sir Mark Elder, titular de la Orquesta Hallé, la que tuvo a su cargo sir John Barbirolli durante treinta años. Dirigió en Pesaro un Viaggio a Reims, de Rossini; y, en Galicia, ha estado al frente de la Orquesta Sinfónica, con la que dio un memorable concierto en Vigo, y de la Real Filarmonía, con la que acaba de realizar dos espléndidos actos musicales: uno, el pasado viernes en Ferrol y otro este sábado en Santiago.

Un director de orquesta coruñés tiene una especial sensibilidad para traducir el sentimiento que evocó en Mendelssohn la contemplación del océano batiendo con violencia sobre las islas Hébridas, al igual que las recientes galernas lo han hecho sobre el Orzán; por eso, consiguió de la Filharmonía una particular intensidad sonora y emotiva, y fue capaz, con una madurez sorprendente a su edad, de desencadenar todo el poderío de la orquesta sin descomponer el gesto ni realizar ademanes desmesurados o extravagantes. En Haydn, supo extraer toda la calidad que poseen las cuerdas de esta orquesta, obteniendo refinados matices mediante su expresiva mano izquierda. Con una actitud elegante, serena y dominadora sobre el podium, logró una magnífica interpretación de la Linz, de Mozart. El concierto concluyó entre nutridos aplausos. Piero está llamado a situarse entre las primeras batutas del mundo.