El hecho de que el primer alcalde coruñés tras la restauración democrática, hace ahora 35 años, fuera un nacionalista de izquierdas supuso un acontecimiento político de primera magnitud, no solo en la ciudad, sino en toda Galicia, y formó parte de un proceso marcado por las continuas convulsiones, ya que el desencadenante de la salida de Domingos Merino de la Alcaldía fue su reacción al intento de golpe de estado de Tejero.

En una localidad dominada en 1979 por la burguesía formada por funcionarios y comerciantes, la irrupción de un alcalde que vivía en Monte Alto, era un simple trabajador, hablaba en gallego y defendía las tesis de la izquierda representó una conmoción que enseguida se dejó traslucir en los ataques que se lanzaron contra él desde los medios de comunicación locales de la época. La falta de experiencia de todos los políticos que integraron aquella Corporación, agrupados además en 10 partidos políticos, contribuyó a que aquel periodo se caracterizase por las continuas polémicas, la ruptura de alianzas y los debates interminables sobre las cuestiones más variopintas, que en muchos casos no guardaban ninguna relación con la vida municipal.

La obtención de cinco concejales en las primeras elecciones municipales celebradas en A Coruña tras el restablecimiento de la democracia fue una sorpresa mayúscula, incluso para los propios componentes de Unidade Galega. Esta coalición, integrada por el Partido Socialista Galego, el Partido Galeguista y el Partido Obreiro Galego, ni siquiera podía sospechar que fuera a convertirse en la tercera fuerza más votada en la ciudad y que además obtuviera también una notable representación en otras localidades gallegas, donde consiguió un total de 141 concejales.

En aquellos comicios, la coalición logró 68.759 votos, cuando solo un mes antes había obtenido 10.000 menos en las elecciones generales, para las que se había marcado como objetivo la formación de un grupo parlamentario nacionalista que negociase el futuro Estatuto de Autonomía, aunque ni siquiera llegó a obtener representación en el Congreso de los Diputados.

A la vista de los resultados, las fuerzas de la izquierda -incluidas las nacionalistas- decidieron buscar un acuerdo para evitar que la derecha copase la mayoría de los ayuntamientos gallegos. El Hostal de los Reyes Católicos fue el lugar elegido para la negociación, que fue muy dura por la negativa de los socialistas a ceder la Alcaldía coruñesa a Unidade Galega a cambio de que la de Vigo pasara al PSOE. Uno de los aspectos que más molestaba a esta formación es que el alcalde sería Domingos Merino, militante del Partido Socialista Galego, con el que mantenía un pleito por esta denominación, que el partido dirigido por Felipe González consideraba como propia.

Alfonso Guerra era el más reacio a admitir este acuerdo, por lo que hubo que esperar hasta las once y media de la noche del 17 de abril para que se rubricase el llamado Pacto del Hostal, gracias al que Merino fue investido como alcalde solo dos días después con el respaldo de los concejales de Unidade Galega, PSOE, Partido Comunista de Galicia y Bloque Nacional Popular Galego.

Entre las primeras medidas adoptadas por el nuevo alcalde figuró la anulación de los trabajos que se habían encargado a una empresa para la redacción del Plan General de Urbanismo y ordenar que ese trabajo fuera realizado por técnicos municipales apoyados por asesores externos. La dirección de tan importante tarea fue además encomendada a quien sería concejal de Urbanismo durante toda la legislatura, Rafael Bárez, representante del PCG, quien no pudo culminar el proyecto y que además vio cómo el siguiente Gobierno local, presidido por Francisco Vázquez, anulaba muchas de las disposiciones que se habían introducido para frenar la especulación en el municipio.

El resquemor generado en los sectores más tradicionales de la ciudad por la llegada de Merino a la Alcaldía suscitó de inmediato rumores y maledicencias acerca de su actuación en el Ayuntamiento que encontraron eco en algunos medios, lo que fue minando su imagen pública. Las propias desavenencias surgidas en el seno de Unidade Galega, que no sería capaz siquiera de comparecer como coalición en las elecciones autonómicas de 1981, llevaron a que el alcalde fuera cuestionado incluso dentro de su propio grupo, en el que las rencillas eran constantes.

Tampoco desde fuera del Gobierno local le ponían las cosas fáciles al alcalde. El 26 de septiembre de 1980 los concejales de UCD presentaron una moción de censura contra Merino sobre la base de que los estatutos de su partido, el PSG, defendían la consideración de Galicia como nación y por lo tanto eran contrarios a la Constitución. Finalmente, el empate que se produjo entre los concejales presentes en la sesión hizo que la iniciativa no prosperase.

Un asunto más envenenó la vida municipal y de una manera decisiva: la capitalidad de Galicia. Frente al resto de los partidos con representación en A Coruña, los nacionalistas defendían que Santiago fuera la sede de las instituciones autonómicas, por lo que cuando el 21 de junio de 1979 se llevó a cabo una concentración multitudinaria en la plaza de María Pita, los políticos de esta tendencia hicieron hincapié en la necesidad de conseguir un Estatuto de Autonomía adecuado, mientras que los partidarios del coruñesismo defendieron con ardor que la ciudad fuese la capital gallega.

Sabedor de la visceralidad con la que se abordaba en A Coruña la cuestión de la capitalidad, Merino evitó pronunciarse acerca de su posición, por lo que no fue este asunto el que acabó por motivar su caída, sino la tentativa de golpe de estado del 23 de febrero de 1981. Tras el fracaso de la intentona golpista, el Ayuntamiento convocó un pleno en el que se presentó una moción de condena de la acción de Tejero y de respaldo al Rey y la Constitución. Fiel a sus convicciones políticas, Merino se negó a suscribir esta última parte de la moción, al igual que el resto de concejales del PSG y el BNPG, lo que generó un revuelo que derivó en la solicitud de su dimisión, que finalmente se produjo el 27 de febrero.

El pleno celebrado el 1 de abril llevó a la Alcaldía a Joaquín López Menéndez, portavoz de UCD, quien recibió el apoyo de Coalición Democrática, mientras que el candidato de la izquierda, el socialista Enrique Carreira, no contó con el respaldo de los nacionalistas para hacerse con el bastón de mando.