"Aquí en las juntas hemos sembrado hierba, se verá verde desde arriba". El concejal de Urbanismo, Martín Fernández Prado, busca con el dedo los pequeños brotes entre losetas a los que les cuesta medrar por el calor, en una sabana granítica donde morenearse con el reflejo de la luz y el aire del mar va a ser fácil y en la que decenas de obreros han trabajado a destajo en los últimos días para que todo estuviese listo para la apertura. Después de un eterno peregrinaje de once años pasados desde que la Autoridad Portuaria adjudicase la obra para otro parking subterráneo en el centro de la ciudad, siete años desde que se empezó a trabajar y unos meses menos desde que se paralizó, por el hallazgo de los restos de un antiguo baluarte, los coruñeses pudieron pisar al fin piedra prometida.

Sin cinta ni discursos pero sí con una amplio cortejo formado por representantes municipales, de la Autoridad Portuaria y de la constructora Copasa, la misma a la que le han adjudicado la obra de enterramiento del tráfico de la Marina. En total, cincuenta millones de euros entre la parte del parking que asume la empresa a cambio de la explotación del estacionamiento subterráneo; el túnel de O Parrote que financia la Xunta; y la Marina, que asumirán las arcas municipales a través de operaciones de créditos bancarios.

La comitiva se movió en superficie y bajo tierra, incluido el alcalde de Miami, Tomás Regalado, de visita en la ciudad para firmar "un tratado de amistad". Bajaron a las profundidades por unas escaleras hacia el brillante y colorido estacionamiento, que este fin de semana será gratuito para que los vecinos de la ciudad vean sus bondades mientras, si las trombas de agua previstas no lo impiden, los pequeños puedan jugar en superficie.

Lo del agua ya lo han previsto en el estacionamiento, en cuyas escaleras de bajada un cartel reza: "Si llueve nosotros le prestamos el paraguas y si no llueve, tenemos bicicletas para niños de 3 a 5 años". Y si la tendencia a hacer el mal de algunos no los hace desaparecer, es verdad que allí están los paraguas y los pequeños triciclos colgados de la pared del parking, justo frente a la cabina de cobro.

Fuera, espacios amplios y duros, como califican los arquitectos. Unas angulosas serpientes de madera para sentarse, coloreadas con vegetación, son uno de los elementos característicos, firmados por Luis Collarte -el urbanista de todo el lugar- y hasta con título de obra artística: Marina Bench. También las altas farolas, largas y de pátina oxidada, que se alinean para marcar el camino de Puerta Real al Castillo de San Antón.

Y en el fondo de un foso, las piedras de la discordia, sobre las que aún hoy en día se polemiza, discutiendo sobre la pertinencia histórica y científica de aquella decisión de Patrimonio en 2008 de respetar uno de los baluartes de la ciudad (en una obra que se inició sin el permiso de la Consellería de Cultura) y que después fue usada de arma arrojadiza entre administraciones de distinto signo. El presidente de la Autoridad Portuaria, a quien pertenecen los terrenos, destacó que no fue "fácil" llegar a este punto, "después de una situación de partida muy compleja". El alcalde, Carlos Negreira, destacó que se trata de un espacio "que respeta la historia" y que recupera un punto de encuentro y convivencia.