Cuando dos verdaderos artistas -un cantante y un pianista, en este caso- se encuentran y deciden interpretar música juntos, el resultado puede llegar a ser extraordinario. Así sucede con Corujo y Cabrera: sienten el fluir sonoro como si los traspasase físicamente, de manera que pueden transmitirlo a los oyentes a quienes alcanza la emoción que ellos experimentan. A pesar de su aparente sencillez, el universo de la canción -llámese como se llame: lied, romanza, cantiga, melodie- es de enorme dificultad. Alcanzar esa simbiosis de texto y música para crear algo distinto es un pequeño milagro; tanto como lograr la amalgama ideal de voz y teclado. Pues eso consiguieron los dos artistas con un recital que no dudo en señalar como uno de los momentos más sobresalientes de esta Temporada Lírica. A la elegancia expresiva; la dicción impecable; el fraseo refinado, hecho de la más sutil regulación dinámica; el canto a flor de labio y el uso del registro de cabeza (preciosa versión de Ideale, de Tosti) de que hizo gala el tenor, dio réplica el pianista mediante el cuidado en el más mínimo detalle; un excepcional trabajo con los volúmenes; la flexibilidad para seguir las naturales licencias con el tempo del cantante; la limpidez de la digitación; y el precioso sonido que obtiene del piano (¡esos bellos tiples, en Morucha, de Quintero!). Las aclamaciones del público fueron correspondidas con dos bis: Romanza de Leandro, de La tabernera del puerto, de Sorozábal, y Core 'ngrato, célebre cancion napolitana, de Salvatore Cardillo.