-¿En qué mercados hay reformas en marcha, cuántas han terminado y cuántas se prevén?

-Desde que estamos gobernando hay reformas permanentes en todos los mercados, aunque las de mayor calado son la de Santa Lucía, que será integral, y la de San Agustín, donde se reforman los puestos. Pero en Elviña se intervino todo el pavimento por deficiencias de la obra y se cambió la instalación eléctrica en los puestos. En Ramón Cabanillas terminamos una obra que ha dejado un mercado bonito y adecuado. En Monte Alto y As Conchiñas pusimos bancos y máquina de hielo. En Palavea hubo mejoras puntuales en carga y descarga. En la plaza de Lugo se acondicionaron obradores. Y en todos los mercados pusimos conexión wifi y pantallas controladoras de temperatura y humedad. Próximas actuaciones serán cambiar persianas de puestos interiores y exteriores, poner directorios que indiquen a qué se dedican los puestos e instalar cortinas térmicas.

-Les dan bastante trabajo...

-Nos gastamos más de 300.000 euros en contratos de mantenimiento. Los mercados dan mucho trabajo, hay que baldearlos, fregarlos a presión, mover contenedores, carga y descarga de mercancías... Hay más de 500 concesionarios y cada uno tiene sus particularidades. Las grandes intervenciones llaman la atención, pero mantenerlos al día exige mucha constancia. Lo importante es cambiar el concepto: los mercados ya no son solo una aportación de la Administración para mejorar el abastecimiento.

-¿Cómo es, o debe ser, el mercado del siglo XXI?

-Tiene que aportar algo más que ese simple abastecimiento, debe marcar diferencias.

-¿En qué modelos se fijan?

-En muchos. Tan importantes son los fallidos como los acertados. Nos hemos pateado muchos mercados de diferentes ciudades y hemos apuntado aciertos y errores. Hoy los placeros desarrollan fórmulas para profesionalizar su gestión, asociarse, mejorar sus equipos, gestionar actividades de ocio, culturales, complementarias...

-¿Son esas soluciones válidas para todos los mercados?

-Existen muchas soluciones, no solo una, y hay que conocer la naturaleza de cada barrio y cada mercado, que no demandan lo mismo.

-Los placeros lamentan que hoy nadie quiere tener un negocio en el mercado, que se pierden puestos y faltan clientes. ¿Son los mismos obstáculos del Gobierno local para dinamizarlos?

-Llaman todos los días, hay interés por las plazas. Pero es necesario que nos adaptemos al siglo XXI. Uno no pueden entrar como un elefante en una chatarrería. Entre todos debemos seguir un proceso en el que vayamos cambiando a mejor y con el objetivo claro. Cuando empezamos en San Agustín se nos preguntó por qué no hacíamos todo de golpe; pero si ponemos todo patas para arriba en un año sin poder vender, ¿volverán luego los clientes?, ¿a dónde las mandas mientras tanto? La solución perfecta, que es 'yo quiero esto y así', no existe. Por eso hay que conseguir entre todos la solución intermedia en un plazo razonable, con lógica y honestidad.

-Dicen también placeros que las campañas con promociones, productos y premios no sirven, no fomentan más consumo.

-Hay de todo, se mezclan nuestras campañas con las de los placeros. Tenemos buenos resultados en algunas: dan actividad y reflejan que en los mercados hay marketing, consumo y educación. Insisto en que la fórmula mágica no existe. ¿Qué se persigue con las actividades que organizamos en los mercados en las que participan niños, por ejemplo? No solo buscamos que la mamá compre unas chuletas cuando va a buscar a su hijo, también que los niños perciban como suya esa experiencia de consumo porque ellos serán los consumidores dentro de unos años.

-¿Los estamos educando?

-Que no quepa duda. El paladar se educa. Que los niños vean y trabajen la riqueza de nuestros productos. Somos privilegiados por que todo sea tan bueno. Tenemos ocho mercados repartidos por la ciudad dando a conocer esa riqueza. Los mercados tienen todo el potencial para convertirse en motores de sus respectivos barrios. Parece una frase trillada, pero es la realidad. Tienen un futuro apasionante.