Me crié en la zona de Monelos conocida como Pedra Furada, hoy convertida en la calle Vicente Aleixandre. Mi familia, en la que fui hijo único, estaba formada cuando yo nací por mis abuelos Rosendo y Dolores, así como por mis padres Paco y Fina, todos ellos naturales de Aranga y que se vinieron a vivir a una casita pequeña, un ranchito se le llamaba, que estaba totalmente aislada y rodeada de campos y huertas.

Nosotros también teníamos varias huertas que nos ayudaban mucho en la casa, aunque mi abuelo y mi padre trabajaron en el sector de la carpintería haciendo arreglos por toda la zona. Mi padre posteriormente dejó este trabajo y se dedicó a recorrer Galicia como viajante de las máquinas de coser Alfa y Sigma, tras lo que entró en la que entonces era la tienda de electrodomésticos más importante de la ciudad, Jesús Lago y Lago, situada en el Cantón Grande y en la que trabajó muchos años hasta que tuvo que jubilarse a causa de un accidente de tráfico.

En la actualidad, junto con otros amigos también jubilados, colabora de forma altruista en los servicios de mantenimiento de los campos de Abegondo y Riazor.

Mi primer colegio, en el que estudié toda mi niñez, fue el Generalísimo Franco, del que pasé a la Universidad Laboral Crucero Baleares para hacer el bachiller. Posteriormente me fui a Santiago a estudiar la carrera de Derecho, aunque debido a los problemas de salud que tuve regresé a la ciudad para recuperarme y finalicé mis estudios en la UNED, que entonces tenía su sede en la Laboral. Mi vida laboral siempre ha estado vinculada al sector del comercio en general y a la Federación de Autónomos de Galicia.

Mis amigos de la infancia fueron todos de Monelos y también coincidí con ellos en el colegio, como Julio, Fran, Enrique, Miguel, Rubén, Leiva, Blanco, Canosa, Manuel, Juan y Manolo, con quienes formé la pandilla más grande del barrio. Nuestros juegos los desarrollábamos en la zona antigua de Monelos, la Estación del Norte, la cuesta de Eirís y Palavea. Además de jugar a la pelota contra otras pandillas, también jugábamos a la bujaina, las bolas y a hacer los famosos tiratacos de madera, que a mí me resultaban muy difíciles de fabricar, mientras que algunos de mis amigos los hacían fácilmente y además de distintos calibres.

Siempre me acordaré de la Granja Agrícola porque allí lo pasábamos muy bien, así como del mucho tiempo que se tardó en construir Alfonso Molina, que la partió por el medio. Otro recuerdo de aquellos años es la antigua plaza de Monelos, donde se hacían las ferias y mercados y por donde pasaba con mi madre para ir al lavadero en el que lavaba la ropa y donde también había una fuente llamada del Lagarto a la que bajaba todos los días para llevar agua a casa con un balde, ya que ninguna de la zona tenía agua corriente.

Recuerdo las tómbolas que los chavales hacíamos en la calle con lo poco que teníamos para tratar de venderlo por unos pobres patacones o para cambiarlos por otras cosas que nos ofrecían los amigos. Todos esperábamos con ilusión el domingo para cobrar la pequeña paga que nos daban y poder ir a las sesiones infantiles de los cines Monelos y Gaiteira, donde pateábamos el suelo para animar al héroe de la película. Al Monelos acudían siempre muchos gitanos que vivían en la zona de las antiguas casas de Franco y a los que conocíamos, ya que solían jugar con nosotros pero que tenían mal perder.

También recuerdo con nostalgia las fiestas de San Juan, en las que durante un mes recorríamos el barrio en busca de madera, en especial en los fabriquines. Algunos años llegamos a reunir tanta madera que teníamos que hacer hogueras también en las fiestas de San Pedro para conseguir quemarla.

En verano solíamos ir a la playa del Lazareto enganchados en los vagones de los trenes de mercancías que salían de la Estación del Norte, ya que hacían el primer cambio de agujas antes del primer túnel de As Xubias, donde nos bajábamos para luego atravesarlo a pie y coger la lancha del Rubio para cruzar a Santa Cristina y pasarnos todo el día en la playa con solo un bocadillo.

Tampoco me puedo olvidar de los buenos momentos que pasamos en las fiestas de los barrios, ya que además de la del nuestro íbamos a las de Eirís, A Gaiteira, Os Castros, Palavea y San Pedro de Visma, aunque teníamos que tener cuidado con las pandillas de esas zonas porque no nos dejaban ligar con las chavalas de sus calles. Eran famosas las pandillas de los barrios conocidos como Corea y Katanga, que tenían mala fama pero era solo de boquilla, ya que solo había un personaje peligroso, al que se llamaba el muletas de Palavea y que siempre estaba cabreado y perseguía a todo el mundo con sus muletas, aunque después de hablar con él se tranquilizaba y jugaba con todos.