Después de este concierto, quienes hayan asistido al curso, aun en condición de oyentes, habrán podido apreciar lo que significan quince días de trabajo con un maestro; la evolución que ha podido apreciarse en la dicción y en la expresión de los alumnos ha sido extraordinaria. Por supuesto que hay otras cuestiones a tener en cuenta; en particular, de técnica vocal: el maestro Zedda tuvo buen cuidado de advertir que no iba a entrar en ello por falta material de tiempo. También hay que considerar la calidad intrínseca de las voces, la capacidad expresiva de cada cantante y las diferencias vocales derivadas del trabajo previo al curso que se hayan realizado. Sea como fuere, en el concierto ha podido observarse que hay al menos media docena de cantantes que, de continuar trabajando con seriedad y aprovechamiento, pueden hacer carrera. Ya se sabe que en este mundo del canto no hay nada fácil y que, además de poseer una voz de excelente calidad, bien trabajada en una buena escuela, es preciso contar con la suerte; estar en el lugar oportuno en el momento oportuno, aprovechar una sustitución de última hora, tener la fortuna de ser oído por un agente importante? El concierto tuvo un gran éxito. La gente estaba asombrada de lo que estaba escuchando a unos simples alumnos porque parecían profesionales. Hay que felicitarles a todos, sin sentar excepciones ni establecer diferencias, aunque las hay. No es el momento.

Ludmila Orlova ha realizado un magnífico trabajo preparando gran cantidad de partituras, de muy diversas índole y dificultad; la árida tarea de repetir una y otra vez, no sólo las obras, sino incluso determinados pasajes requiere una gran dosis de paciencia. Además, ha tenido que preparar los veintiún fragmentos que se interpretaron en el concierto. Al final, el público aclamó a Alberto Zedda, que no quiso subir al escenario para recoger un más que merecido homenaje a fin de no restar protagonismo a sus alumnos. Un gran señor, un gran maestro.