La madrileña Berta Vías Mahou es la quinta mujer en lograr el Premio de Narrativa Torrente Ballester de la Diputación, fallado ayer a favor de su cuarta novela, Yo soy El Otro. "Las cosas no tienen que ser de golpe y porrazo, poco a poco iremos consiguiendo esa igualdad de género", apunta la escritora, traductora y articulista, que en 2011 se hizo con el Dulce Chacón de Narrativa Española por Venían a buscarlo a él. La autora logra el galardón en una edición que supuso un récord de participación, con 612 obras presentadas, de las que 144 ejemplares llegaron del extranjero.

-¿Quién es El Otro, que protagoniza su novela?

-Es un chico de unos 18 años que trabaja como albañil y está empezando su carrera en una escuela de toreo. De la noche a la mañana ve cómo El Cordobés salta a la fama y el protagonista, que tiene la misma cara que el torero, se ve arrastrado como por un ciclón e inicia una carrera muy distinta a El Cordobés. A este chico no le cuesta llegar a la fama por ese parecido, pero lo que le sirvió para triunfar le supuso también grandes problemas.

-Presentó la obra al certamen bajo el título Una vida en la cuerda floja

-La novela habla mucho sobre el tema del doble, la identidad, el éxito y el fracaso. Me interesaba ver cómo dos personas, dedicándose a lo mismo, tenían una vida tan distinta. El protagonista se mete por un camino que, aparentemente, va hacia arriba y de repente comienza la cuesta abajo. Es un hombre que no ha ido a la escuela, pero muy listo. Llega un momento en el que le ponen tantas trabas que sabe retirarse a tiempo, cosa que no pudo hacer El Cordobés porque no le dejaron. Pese a todo, esta no es una novela taurina porque no se habla de corridas, sino de los conflictos que vive el protagonista.

-Sitúa la novela en los años sesenta, ¿aprovecha para describir aquella España profunda?

-Sí, aunque las sociedades, a pesar de todo, siguen pareciéndose mucho. Lo que muestra la novela está patente aún hoy en día. Hemos mejorado en algunas cosas, sobre todo en lo que se refiere a nivel educativo y económico, pero las reacciones ante asuntos como la fama son parecidas. Seguimos usando los mismos mecanismos.

-Dedicándose a la traducción y teniendo ascendencia alemana, ¿qué influencia tiene la literatura germánica en su obra?

-Supongo que bastante, diría que tengo esa deformación (sonríe). Lo normal en este caso sería leer literatura taurina, pero tengo una forma muy extraña de trabajar. Lo que hice fue leer Anfitrión (1806), de Kleist, que hace una reelaboración de una temática muy antigua, tratada por Plauto en Los gemelos. Me interesaba la identidad y el doble, por eso leí también a Molière, que ya no es alemán pero habla sobre el mismo tema. Me despego del contenido teórico de fondo, aunque finalmente he tenido que retomarlo y leer cosas sobre toreros. Sobre todo de El Cordobés, que siempre está en la sombra durante toda la novela.

-¿Cuánto tiempo lleva escribiendo?

-Estudié Historia Antigua porque mi idea era ser arqueóloga, pero no pudo ser. Tras hacer un máster de traducción me puse a escribir. Siempre fui muy lectora y, tarde o temprano, eso acaba llevándote a la escritura. Empecé a escribir a los 35 años. Nunca es demasiado tarde para hacerlo. Algunos dicen que es mejor, pero hay ejemplos para todos los gustos.