Ya se sabe que el mar se lleva muchas cosas pero que, de vez en cuando, también devuelve objetos y cuerpos que se había tragado. Algo así debió de pasar ayer en la playa de Matadero. Allí, solo, en la arena, sin que nadie lo reclamase, amaneció un juguete sexual, un consolador de diseño muy realista. El objeto, allí abandonado, no dejaba lugar a la imaginación, no había que pensar ni que atar cabos para pensar qué podría ser aquel cacho de plástico de color carne. Estaba todo muy claro menos cómo había terminado allí. ¿Quién sabe? Quizá se cayó de un contenedor de la mercante en plena travesía y todavía aparecen más por ahí adelante.