Carlos Goñi (Madrid, 1961) fundó Revólver a finales de los 80 y lidera el proyecto desde entonces. Este año ha editado su decimoséptimo disco, Babilonia. Lo traerá a A Coruña el próximo sábado, con un recital a las 21.00 horas en el Palacio de la Ópera.

-¿De dónde sale el nombre de Babilonia

-Un día estaba viendo el telediario y, al oír las noticias nacionales, tuve la impresión de que esto se parecía cada vez más a lo que era Babilonia. Cualquiera podía llegar y aplastarla, sin ningún tipo de derecho para la ciudadanía, y quedarse con todas sus riquezas hasta que viniese otro e hiciese lo mismo. Tengo la sensación de que este país cada vez se parece más a eso.

-¿Quería incluir una vertiente de dureza y protesta, entonces?

-Eso es algo que ha sido bastante común en todos mis discos. En este álbum el entorno ha sido de una manera muy determinada y quise reflejarla. Reflejo la manera en la que lo veo yo, claro. No te voy a decir cómo es la vida, pero sí cómo la veo yo.

-¿El álbum es pesimista?

-No, no, qué va, para nada. Este disco pesimista no es, todo lo contrario; es muy optimista.

-¿Es diferente ser pesimista de ser lúcido, entonces?

-No tiene nada que ver. Aunque la lucidez te pueda provocar tristeza, por tener las cosas un poco más claras. Yo no sé si soy lúcido o no, pero lo que sí sé es que en mi manera de ver la vida el pesimismo no tiene lugar, porque entiendo que siempre hay una salida.

-Además de reflejar la actualidad, ¿su música hace eco de algún cambio en su vida?

-En todos los discos pasa eso, porque cada uno refleja cómo es mi vida en ese momento, o cómo la veo yo. Y siempre hay cambios, porque creo que las vidas son cambiantes. El de este disco fue un año muy convulso a nivel personal y a nivel emocional y eso, efectivamente, también está reflejado en la obra de una manera muy probablemente más fehaciente o más dura que en otras.

-¿Para llegar a las diez canciones de un disco, con cuántos esbozos empieza?

-Cuando empecé a trabajar con el álbum, más de trescientos. Esos los fui reduciendo a cincuenta, que fueron los que desarrollé, de los cuales convertí 26 en canciones. Más tarde las dejé solamente en 20, y finalmente grabé el disco.

-¿Es un proceso largo y laborioso?

-Sí, evidentemente lo es. En mi caso, debo saber exactamente qué quiero contar en cada álbum, y en base a eso voy eligiendo qué canciones desarrollo y voy descartando las que no entran en la idea del disco. Hay canciones que igual me gustan, pero que quedan en un cajón por no encajar con esa idea. En este caso, tenía clarísimo que este iba a ser el primer álbum en mi vida que escribía solo para tres personas, y eso ya te marca otra línea. Hay temas que claramente ves que no deben de ir en esa dirección. Aparte, quizás al ver la letra que has elegido para la canción, en el caso de que melodía y letra no hayan surgido a la vez, te das cuenta de que no tienen mucho que ver, no van a encajar bien porque la temática no tiene que ver con la armonía, y dejas pasar la canción. También pasa con las letras, en algún caso, pero estas normalmente están muy marcadas desde un principio; en Babilonia me han sobrado porque me han sobrado, pero no he tenido que desechar letras porque no me cuadraran dentro de lo que tenía que hacer. Eso pasa más en relación a la música.

-¿Controla todo el proceso de creación de sus álbumes?

-Sí, por eso los produzco yo desde hace muchos años. Antes de ponerme a grabar el disco, la maqueta representaba muy bien lo que iba a ser el álbum. Pero el formato a trío te plantea una serie de problemas que resolver, que son distintos a cuando te permites el lujo de utilizar diferentes pistas de guitarras, de teclados... Con instrumentaciones mayores es más sencillo colorear un álbum o que se mantenga el pie. Con una sola guitarra es bastante más difícil. Especialmente si es como mi caso, que no quería aplicar un concepto estilo Ramones ni blues rock porque ya lo había hecho antes. Quería llegar al sonido que he llegado.

-¿Por qué el formato trío?

-Llevaba años persiguiéndolo. Me fascina. Se parece bastante a tocar solo, permite movimientos que solo he conseguido cuando estoy solo en el escenario, y eso hace que saque lo mejor.

-¿Por qué la atención se centra más en usted, porque es un reto mayor...?

-No, no. No es una cuestión de egocentrismo. Toco mejor porque puedo llegar más lejos, porque no tengo que abrir espacio para otros instrumentos.

-¿Sigue estilos de música determinados, a la hora de escucharla?

-Siempre se trata de lo mismo, al final creo que las canciones son atemporales. Hay canciones maravillosas que conozco desde hace muchos años y de vez en cuando hay una canción nueva que me salta a la cara y digo: '¡Qué pedazo de canción!'. Hace mucho tiempo que me gustan más las canciones que los estilos o las bandas.

-¿Y cómo ve la cultura musical española?

-Es menor ahora. A partir del momento en que tienes descargas, por ellas no sabes quién ha producido un disco, quién lo ha editado, en qué estudio lo han hecho, ese tipo de cosas. Spotify no tiene demasiada información, y si haces descargas piratas como hace la mayoría de la gente? Empiezo a pensar que los términos cultura y música empiezan a alejarse muchísimo. Para considerar cultura a la música lo primero sería cierto grado de respeto, y eso es una cosa que no hay. A partir de que no respetamos algo, meterle en medio la palabra cultura me parece un poquitín estrafalario.

-Las influencias de sus canciones, ¿salen más de escuchar música, de leer, de vivencias del día a día?

-Sobre todo leer. Es lo que más hago. Desde hace unos años me he dedicado a leer cosas que antes no era tan habitual, o que tienen 500 años.

-¿Qué le aportan las lecturas del Siglo de Oro?

-Sobre todo me aporta a nivel personal. Me ha enseñado que hay ciertas cosas de las que ahora mismo, en este país, se le echa la culpa al entorno actual, o a la crisis, pero que llevamos arrastrando desde hace 500 años y que llevamos en el código genético. Y es una lástima, lo llevamos ahí y habrá que lidiar con ello como mejor se pueda. Mientras venga una época de bonanza y nos traguemos el cebo, todo va más o menos bien, pero cuando nos quitan eso, saltan ampollas.