El tenor estadounidense Michael Spyres interpreta hoy a Pirro en la ópera Ermione, de Rossini, con el coro y la orquesta de la Sinfónica de Galicia, en el Palacio de la Ópera a las 20.00 horas.

-Esta es la primera vez que interpreta a Pirro.

-Sí, es la primera vez que asumo el papel. Fue escrito para un tipo de voz muy específica, el baritenor, en un tiempo en el que las categorías de voz no eran las mismas que hoy en día. La mayoría de las obras que Rossini escribió en Nápoles al principio de su carrera eran para Nozzari, el baritenor más famoso. Tenía un rango de tres octavas, lo que es perfecto para mí, pues puedo utilizar todo mi espectro. El rol de Pirro es de los más difíciles en toda la ópera. Tienes que saber interpretar tonos bajos y altos.

-Una de sus influencias fue el tenor Mario Lanza.

-Me gusta mucho, pero, si bien llegaba a los registros altos, nunca fue a los bajos.

-Ermione

-Es extremadamente difícil de interpretar. Tienes que tener cinco voces extraordinarias, y, muchas veces, las óperas de Rossini no se ensayaban demasiado. Es muy difícil, con muchos temas musicales diferentes, de óperas más completas de lo que nunca lo había sido la ópera. Rossini cambió todo con Ermione, en la que introduce un sonido muy romántico. La gente estaba acostumbrada a orquestas de cámara más pequeñas. Rossini tiene unas seis obras en las que cambió la forma de escribir ópera, pero no es conocido por ellas, ya que no fueron éxitos. Pero si miras en los libros de historia... Verdi lo consideraba un dios.

-Usted ha trabajado mucho con obras de Rossini. ¿Le gusta especialmente?

-Sí. Rossini es uno de los mejores compositores para la voz. Él entendió el instrumento humano mejor que casi cualquier otro. Casi toda su música fue escrita para voces específicas. Estudiaba a los músicos, veía lo que era posible hacer con sus voces y adaptaba a ellos lo que escribía. Y sabía cómo escribir para la voz humana. Para mí es asombroso, un buen calentamiento, Rossini me da la impresión de que no tengo que trabajar muy duro, porque escribía para el instrumento de la voz. Fue el primero en ensanchar los límites de la ópera. La primera vez que un personaje murió en el escenario fue en su Otello. Le tengo un gran respeto. Mozart lo cambió todo, y Rossini lo cambió todo, justo después.

-Su carrera se mueve en extremos tonales. ¿Por qué?

-Me fue necesario al principio. Traté durante años de tener una carrera con Verdi, Puccini, los compositores que todo el mundo conoce. Pero no conseguía trabajo. Y empecé a pensar en lo que me hacía diferente a los demás. Siempre he hecho todo tipo de música: pop, country, folk, rock? Con eso tiendes a utilizar otros tipos de voz. También hice anuncios para la radio, mi sueño era ser doblador de dibujos animados. Me di cuenta de que podía aprovecharlo para hacer roles con notas extremas. Fueron una extensión natural de esa exploración de la voz. Y las notas muy altas o muy bajas salen de papeles extremos, y me gusta eso. Me gusta interpretar a reyes y dioses, no simplemente Rodolfo, un poeta que desea... [en referencia al protagonista de La bohème] No, hago de Pirro, hijo de Aquiles. He hecho unos 60 papeles diferentes, y para mí es aburrido hacer el mismo papel una y otra vez. Y los papeles extremos me dan seguridad laboral (ríe).

-¿Cuál es su modo de trabajo?

-He tenido un camino muy diferente a otros para convertirme en cantante de ópera. Solo estudié durante dos años, cuando era joven. Con 21, 22, intentaba tener audiciones, pero no conseguía nada. Así que volví con mis padres y durante cinco años trabajé en la construcción, y como jardinero. Trabajaba durante el día, pero luego volvía a casa y volvía locos a mis padres estudiando canto cinco o seis horas al día. Me encanta practicar, porque lo que hago me gusta hacerlo lo mejor que pueda. No tengo miedo a nada, he hecho óperas en cinco idiomas y es muy excitante para mí. No tengo tiempo para estar viendo la televisión, estoy siempre aprendiendo cosas (ríe).

-Nació en una pequeña localidad de Misuri conocida por el country. ¿Cómo llega a la ópera?

-Mi familia era muy diferente del resto. Mis padres eran profesores de música, teatro y orquesta. Mi hermana es cantante de Broadway, y mi hermano también es tenor y profesor de música. Siempre me interesó la ópera porque me pusieron el nombre de mi tío, Michael Williams. Su sueño era ser cantante de ópera, pero murió de cáncer de garganta cuando tenía un año. Crecí con mis padres contándome esa historia. Escuchaba sus grabaciones? A una hora de donde nací, tenemos la Springfield Regional Opera, y podía hacer papeles allí con 18 años en óperas de verdad. Con 22 ya había hecho ocho óperas. Ahora me voy a convertir en director artístico de ella el próximo mes, aunque solo estoy allí cuatro meses al año.

-¿Cuál es el futuro de la ópera?

-Tiene que cambiar, porque mucha gente no entiende la razón de que exista, ni la del dinero que se invierte en ella. Para mí, es muy importante porque en ella están todas las luchas independientemente de dónde vivas. Habla sobre la condición humana, las emociones, sobre aquello que pasa en torno a nosotros. Tiene que adaptarse e intentar vivir, respirar, hacer nuevas óperas. Actualmente estamos atascados, la vemos como un cuadro en la pared que se ha hecho en el siglo XVIII. Hay que hacerla relevante para la gente del día de hoy. La gente no se da cuenta de que la ópera puede ser revolucionaria si el mensaje es fuerte y conecta con la gente. La gran ópera francesa cambió y derribó al gobierno de un país. Pero hoy es una forma de arte muy unilateral. Para mí, eso está matando a la ópera. Y la mayoría de los cantantes quieren hablar de sus ideas, pero se asustan porque creen que la gente no está interesada. E igual no lo está, pero nuestro trabajo es hacer que lo esté.

-¿Se atrevería a componer?

-Me gustaría. Con mi cuñado, que es compositor, estoy trabajando en dos proyectos. Uno es una ópera sobre Alan Turing, pues la gente no se da cuenta de la importancia que tuvo. Otra que me encantaría escribir sería sobre Tesla. Me interesa mucho la ciencia y la gente que cambió el mundo. He cantado para Putin, para mucha gente, pero no soy un político. Si tomas la responsabilidad de ser artista y cantante de ópera puedes llegar a la gente con los conciertos y hablarles de diplomacia, de cambiar cosas? Pero tienes que tomar una responsabilidad más grande, y puedo entender por qué mucha gente no lo hace (ríe).