A Coruña alza el bastón de mando de la Alcaldía. No un regidor ni un concejal, sino el pueblo de A Coruña. Literal. El ya exalcalde, Carlos Negreira, que seguirá en la oposición forzado por el Partido Popular, se lo cedió a su sucesor, Xulio Ferreiro, de Marea Atlántica, en el salón de plenos del Palacio Municipal, éste lo levantó con su mano izquierda ante la mirada melancólica de su antecesor, se lo ofreció a los ciudadanos que seguían la sesión desde el palco, recibió felicitaciones y bajó a la arena de María Pita. Y allí se lo traspasó a los ciudadanos. A un hombre mayor, a una mujer jubilada, una madre con un bebé en brazos, una niña... "a la gente del común", a los "jefes" del Gobierno local, como los citó Ferreiro en su discurso de investidura.El 13 de junio de 2015 quedará marcado en el calendario político de la ciudad como "un día alegre e histórico para A Coruña", según Ferreiro, nuevo alcalde tras recibir el apoyo de 17 concejales (los diez de Marea Atlántica, los seis del PSOE y la representante del BNG), frente a los diez de Carlos Negreira, solo respaldado por los ediles populares. El nuevo regidor trufó su discurso de investidura de continuas repeticiones de ese mantra, tomado de la alocución de Domingos Merino el 19 de abril de 1979, cuando accedió a la Alcaldía de A Coruña.

36 años después, el bastón de mando lo agarra la Marea, a la que se le abre un mandato de cuatro años en el que necesitará acuerdos con otros grupos y en el que asume como prioridad gobernar "para la gente", según Ferreiro. En su discurso de investidura, el alcalde recibió "la encomienda" de gobernar como una "oportunidad histórica" para construir un"futuro mejor".

"A Coruña comienza un tiempo nuevo, deja de ser un coto privado, y su Ayuntamiento deja de ser el patio trasero de los señores de la desigualdad para ponernos a la cabeza de la primavera democrática", arrancó Ferreiro, interrumpido en ocasiones por aplausos del público que seguía el pleno municipal por televisión desde diferentes salones del Palacio de María Pita, ese "pazo en el que vuelve a entrar la plaza".

La nueva Corporación, con quince caras nuevas respecto al anterior mandato, se asemeja, según Ferreiro, a la ciudad que ve en su barrio, A Gaiteira, o en la grada de General en el estadio de Riazor. Durante su intervención, leída en pie y con la mirada dirigida al público, el alcalde auguró "cuatro años de debate honesto y pluralidad, de sentidiño y unidad, alrededor de las cuestiones que importan".

"Nos debemos a la gente. Esta es la única deuda que importa". Ante esa gente "del común", en la que se incluyó, se comprometió a llevar adelante promesas electorales como la renta social básica, un gobierno "trasparente con paredes de cristal", lucha contra los desahucios, una política de impuestos "justa"... "Podemos decirlo alto y claro con las palabras de Lois Pereiro, poeta: 'Ya no vamos a ser cómplices de lo que nos indigne o nos avergüence".

A la mención a Domingos Merino y a Lois Pereiro le siguieron otras. A Alfredo Suárez Ferrín, alcalde de A Coruña asesinado en agosto de 1936, "cantor de nuestras rebeldías", como dijo de él Curros Enríquez; al escritor Manuel Rivas, quien, en una reunión de Marea en la Ribeira do Cómaro, en las Esclavas, se refirió a A Coruña como una ciudad con "nostalgia de porvenir"; o a Luisa Villalta, de la que repitió: "Cidade tatuada na pétrea pel do mar / Se o Atlántico nos chama, nós imos navegar".

A Coruña abre, según Ferreiro, un tiempo de "honestidad y ética". "Si la gente del común llega a las instituciones -dijo en referencia a la Marea Atlántica- es para seguir siendo gente del común. Como gente del común entramos y como gente del común saldremos. Y en el camino nos dejaremos la piel por la gente del común".

Esa gente del común fue la que hizo cola en la plaza de María Pita para acceder al pleno, la que vitoreó a Ferreiro desde todos los rincones del Palacio Municipal, la que escuchó la interpretación del himno gallego en el salón de plenos por Cántigas da Terra al concluir la sesión, la que aguardó al alcalde en la calle, la que le recibió con gritos de "Hai Marea, hai Marea!"... Y a la que fue cediendo, emocionado, el bastón de mando de alcalde y el micrófono en la plaza en una simbólica representación de la población de la ciudad, para demostrar que "los jefes son los ciudadanos".