Si el éxito de un concierto de rock se mide por el entusiasmo que el músico provoca en el público, por cómo lo agita en la pista y lo emociona en sus asientos, el triunfo de Sting anoche en el Coliseum de A Coruña fue indiscutible. Veinticuatro años después de su primera visita a la ciudad, precisamente en el primer concierto que acogió el recinto multiusos en junio de 1991, Sting regresó para brindar una actuación impecable con la energía y el oficio de quien nunca, pese a la edad -63 años-, le pierde el gusto al escenario. Y llenó: 8.000 espectadores -de todas las edades, aunque muchos de ellos ya veteranos-, en el primer gran bolo del verano, al que se apuntaron, según la empresa promotora, aficionados llegados de una treintena de ciudades españolas.

La fórmula para causar el agrado general fue infalible: un éxito detrás de otro prácticamente, de Sting y de The Police, para no distraer a la audiencia y para que aflorase la nostalgia, con el público más maduro viajando atrás cuatro décadas y brincando con las canciones vigorosas del trío británico (So lonely, Roxanne, De Do Do Do De Da Da Da, So lonelyRoxanneDe Do Do Do De Da Da DaNext to you).

Faltaban Andy Summers y Stewart Copeland, fantásticos músicos de sus tiempos de borrachera de éxito y gloria con los que Sting escribió una de las páginas más estimulantes del pop y cimentó su posterior carrera, pero el acompañamiento de lujo que respaldó ayer al de Newcastle demostró que a un gran solista suele hacerlo excepcional una gran banda.

A Sting, bien de voz e imponente con su barba espesa y el desgastado bajo, lo arroparon el guitarrista Dominic Miller, el teclista David Sancious, la cantante Jo Lawry en los coros, el batería Vinnie Colaiuta y el violinista Peter Tickell, cuyo nervio virtuoso encendió más de un tema y zarandeó al público. Para añadir más interés a la actuación, el propio Sting mantuvo vibrantes duelos musicales con los componentes de la banda que enardecieron a los asistentes.

Sting no suele defraudar, salvo que se le antoje experimentar con proyectos arriesgados como ha hecho en su discografía (If on a winter's night, Symphonicities) o actuaciones más recogidas para plateas más elitistas, frecuentes en los últimos años. Ayer no fue el caso. Aunque a sus discos en solitario les falta libertad para soltarse y suenan demasiado empaquetados, en vivo sus temas se desmelenan. Así pasó anoche con Fields of gold o Englishman in New York y sobre todo con los clásicos de The Police. También sonaron Message in a bottle y la muy reconocible Every breath you take antes del último bis para encandilar a una buena parte del Coliseum.

Arrancó con If I ever lose my faith in you, antes de cuyo término lanzó un "boas noites" al que siguió una ovación del público y otro éxito de su antiguo grupo, Every little thing she does is magic. Pese al intenso calor que los espectadores soportaron el Coliseum, fueron muchos los que acompañaron cada canción con sus voces, animados por un Sting que lanzó guiños a sus seguidores, como: "Estamos muy contentos de estar en Galicia, en A Coruña", o la presentación en castellano de los miembros de la banda.

Para enmarcar

Si el primer concierto que ofreció hace 24 años en A Coruña fue memorable, el de ayer, pese a algún altibajo, fue para enmarcar, lo que refleja que cuando entonó So lonely el público se puso a botar para acompañar el vibrante ritmo de la música. Cuando llegó Message in a bottle, quienes ocupaban la grada no resistieron más y tuvieron que ponerse de pie.

El artista inglés, que hasta el 1 de agosto cubre una gira por Europa, llegó el lunes a la ciudad en avión privado desde Córdoba, se alojó en el hotel Finisterre y cenó en el restaurante Coral. Por la mañana se ejercitó en el gimnasio de La Solana para cuidar su físico para una noche en la que volvió a salir del Coliseum por la puerta grande.