Cuando el exalcalde Francisco Vázquez tuvo la ocurrencia a principios de siglo de importar las terrazas acristaladas "de París y Bruselas", auguró que se convertirían en "un sello característico de la ciudad". No habían pasado ni dos años y el regidor se había comprometido a cambiarlas porque el resultado del diseño que impulsó había quedado algo "amazacotado". A pesar de la tardía revelación, ya cuando la decisión era irreversible, en agosto de 2015 se instalaba la decimocuarta estructura de la plaza de María Pita. Era exactamente igual a las demás.

Un decenio más tarde, la mayoría de estas pérgolas, que liquidaron la relación estética y funcional entre los soportales y la plaza y sacrificaron la armonía del conjunto arquitectónico del corazón de la ciudad, siguen en su lugar, frustrado el plan posterior del arquitecto Luis Zaera, al que Javier Losada le contrató sin concurso público un diseño inspirado en la "idiosincrasia marina" coruñesa. No se llegó a ejecutar antes de la legislatura, a la espera de una coyuntura económica "más favorable". Tras el cambio de gobierno, el Partido Popular dejó morir el proyecto al no considerarlo prioritario. Los planos del prestigioso arquitecto habían costado 30.000 euros.

Las terrazas se abrieron en verano de 2002 una semana después de las elecciones municipales de mayo, en las que Vázquez estuvo a 144 votos de perder la mayoría absoluta, el exregidor respondía a las críticas por las pérgolas: "Sus perfiles han quedad un poco amazacotados. Los tejados con las pirámides no son muy acordes con los arcos de la plaza", se percataba el exalcalde y exembajador.

Ya demasiado tarde -con un compromiso legal y económico adquirido con los hosteleros cuya resolución costaría dinero a las arcas municipales-, Vázquez le acababa dando la razón a los residentes de la plaza, al colegio de arquitectos, a la asociación provincial de hostelería, el grupo municipal del BNG... "Es absurdo montar unas casetas para que la gente se tome un café cuando hay magníficos soportales y locales que la mayor parte del año están vacíos", reprochaba el arquitecto Fernando Agrasar en nombre de sus compañeros coruñeses.

En estos momentos, la plaza de María Pita presenta una situación de transición, con pérgolas cubiertas en la mayoría de establecimientos y terrazas a pie de calle en otros. Dos fueron retiradas por su estado de abandono. La ordenanza aprobada por el Ejecutivo del PP en 2013 las blinda hasta 2022, al incorporar a una disposición transitoria para que las terrazas cubiertas permanezcan en la plaza si se mantienen la actividad y el titular. El plan especial de la Ciudad Vieja prohíbe tarimas, mamparas laterales o cualquier tipo de cierre o delimitación del espacio.